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LOS EMPRESARIOS YLA POLÍTICA' 67
De hecho la crisis económica y política que el gobierno de Echeverría
vivió al final de su sexenio tuvo necesariamente que ver con el papel
que desempeñaron las organizaciones empresariales en la radicalización
del sector, dado que su acción se encaminó a erosionar la credibilidad
que la sociedad mexicana tenía en los gobiernos posrevolucionarios: fue
el caso de los desplegados publicados constantemente en la prensa, el
alentar los rumores en los espacios de las empresas que, en resumen,
fueron el preámbulo de una de las acciones más radicales de los empresarios
mexicanos: el manejo de sus recursos financieros para presionar
al gobierno mexicano, lo cual explica el papel que desempeñó la famosa
fuga de capitales que desde entonces constituye uno de los flancos
más débiles de nuestra economía.
La tensión generada entre los empresarios y la burocracia política
marcó la crisis económica que coadyuvó a evidenciar el agotamiento del
proyecto posrevolucionario, al cual sólo le quedó un sexenio más. Por
lo pronto, Echeverría entregaba a su sucesor un país que extrañaba los
beneficios de una prolongada etapa de estabilidad y certidumbre. El endeudamiento
externo que en el periodo 1970-1976 se incremento en un
400 por ciento y la devaluación que llevó a un intercambio de 25 pesos
mexicanos por un dólar, dejaban un complicado escenario a José López
Portillo (1976-1982) quien haría sus mejores esfuerzos por redefinir los
rumbos del nacionalismo revolucionario. De tal forma, al inicio de su
gestión tendría como principal reto ganar la confianza del sector empresarial
que en lo subsecuente se mostraría francamente renuente a
aceptar el protagonismo hegemónico de la burocracia política.
Sin embargo, ni los esfuerzos conciliadores de ese presidente ni los
proyectos económicos que puso a disposición de importantes empresarios
que evidentemente se verían claramente beneficiados con dichas
operaciones, como es el caso del desarrollo turístico de Las Hadas que
tocó realizar al Grupo Monterrey (Cordero, 1983), fueron suficientes
para conciliar los intereses de un bloque dominante que enfrentaba un
claro escenario de aguda crisis económica. De hecho, ni el auge petrolero
que favoreció momentáneamente las finanzas públicas ni una actitud
poco permisiva para el movimiento sindical independiente fueron
suficientes para convencer a los grandes empresarios mexicanos cooperar
en el "nuevo proyecto" de desarrollo que ese gobierno trató de impulsar
desde un principio. Los vaivenes de las variables económicas internacionales,
sobre todo la estrepitosa caída de los precios del petróleo, hicieron
mucho más evidente las limitaciones financieras del gobierno