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LOS EMPRESARIOS YLA POLÍTICA' 65
te malestar en los principales sectores empresariales que desde el momento
de la definición formal del sistema político posrevolucionario
expresaron sus posiciones a través de las principales organizaciones
empresariales (Bazáñez, 1990), como fue el caso de la fundación de la
Coparmex en 1929, organización empresarial que se proyectaba como
un sindicato de clase constituido para defender los intereses del capital
ante los embates de los logros político-económicos de los trabajadores,
en ese momento específico, para contrarrestar los efectos de la nueva
Ley Federal del Trabajo.
Todavía peor, la política exterior del gobierno de Echeverría, que se
colocaba como una corriente crítica a la estrategia regional de los Estados
Unidos, posición que ese gobierno defendía a partir del principio de
no intervención, colocándolo como un evidente líder latinoamericano,
se hizo más evidente por el claro acercamiento al gobierno de Fidel Castro,
reiterando la solidaridad del pueblo mexicano, sus giras por Yugoslavia
y China y, sobre todo, por el estrechamiento político con el gobierno
de Salvador Allende en Chile (Arreola, 1988). La polarización política de
los empresarios y el gobierno mexicano se hizo más patente durante la
visita de Allende a nuestro país que provocó expresiones más abiertas
de la izquierda y la derecha mexicana. Por su parte, los empresarios mexicanos
manifestaron a través de sus principales organizaciones empresariales
su reconocimiento a la lucha democrática de Allende, pero
aprovecharon la ocasión para denunciar la influencia del comunismo
en la definición de la política gubernamental de ese país. Así, de paso,
reiteraban sus críticas al intervencionismo estatal del gobierno mexicano,
haciendo patente su posición neoliberal que exalta el libre juego del
mercado, y se definían, en la lógica de la guerra fría, como enemigo de
la URSS y sus aliados.
De esa manera se iban definiendo las posiciones desde un antagonismo
que políticamente se centraba, en el caso concreto del escenario mexicano,
en la participación directa del Estado en la economía, así como la
praxis populista que recurrentemente usaba el gobierno mexicano para
legitimar sus decisiones. De hecho, el avance de la democracia que tímidamente
se observaba a través de la permisividad que concedía el gobierno
de Echeverría al movimiento sindical independiente constituía la
punta de lanza en la avanzada de los trabajadores en contra de los intereses
empresariales.
Sin embargo, fue la reiterada persistencia de ese gobierno para frenar
la inversión extrarVera y fortalecer la posición económica del Es-