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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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ecados y riendas de suela ordinarios, de modo tal que, a fuerza de ser fieles a las<br />

“luces”, nuestros criollos se fueron lentamente muriendo de hambre. (628) Y como<br />

remate, algunos “sociólogos” argentinos, exóticos repetidores de la última teoría en<br />

boga, descubrieron que el criollo era “ingénitamente haragán”, por aquello de que el<br />

español guerrero y “fanático” no pudo transmitirle más que “negligencia” y<br />

“obscurantismo”. Pobres ilusos que indujeron a nuestro pueblo por el camino del no<br />

ser, del cual, ¡gracias a Dios!, ya estamos de vuelta bien arrepentidos.<br />

Lo que antecede puede darnos una idea del porqué, en el pensamiento<br />

sanmartiniano San Luis estaba presente varias veces al día. (629) Sabía muy bien el<br />

Capitán de los Andes que allí encontraría caballos escogidos, todo el ganado que<br />

necesitase, baquianos y rastreadores inigualados, reclutas admirables para<br />

granaderos, fidelidad a toda prueba, desprendimiento heroico y humilde.<br />

¡EL PUEBLO <strong>EN</strong> ARMAS!<br />

CAPITULO IX<br />

Veamos ahora el soldado, destaquemos su temple, apuntemos la filiación<br />

heroica que lo singulariza, y empeñémonos sumariamente tan siquiera a fin de<br />

arrancarlo con amor del olvido y de la ignorancia histórica en que yace sepultado.<br />

Cantemos el sacrificio que lo ha inmortalizado.<br />

Pero afirmemos, primero, que quien dijo que “Cuyo no era una región guerrera”<br />

(630)<br />

, y quien subrayó el reparo de que el miliciano de 1814 no podía considerarse<br />

soldado de “línea”, (631) como asimismo, quien aseveró que fue necesario dar temple<br />

material y espiritual a ese soldado, (632) carecieron de acierto en sus expresiones y<br />

fueron falsos en sus juicios y en sus discriminaciones interpretativas.<br />

Ya hemos definido el puntano, o sea el cuyano de este ángulo de Cuyo, como<br />

un “hombre de las fronteras”, como un “hombre del peligro y de la lucha de<br />

vanguardia”.<br />

(633) Agreguemos, ahora, que esas fronteras, señaladas<br />

precedentemente por nosotros, no eran más que la continuación, aquende los Andes,<br />

de ese “territorio fronterizo” a que se refiere Eyzaguirre aludiendo a la conquista en<br />

Arauco. (634) Aquí como allí, la lucha incesante con el ranquel indómito infundió y<br />

mantuvo “el hábito guerrero en el criollo”. (635) La lucha de dos largas centurias<br />

certifica con elocuencia el valor heroico de ese señorío, por si no bastara el<br />

antecedente hidalgo de los conquistadores y pacificadores. Y como resulta falso, no<br />

628<br />

Ib., c. 20, e. 1; c. 22, e. 1; c. 28, e. 29 y c. 30, e. 22. Algunas ves haremos ver cómo patriotas olvidados o<br />

desconocidos, tales D. Tomás Baras y D. Marcelino Poblet, en 1813 y en 1816, expusieron sus puntos de vista a<br />

fin de proteger y acrecentar la riqueza propia de la jurisdicción.<br />

629<br />

Mitre, ob. cit., t. I, pp. 452-454, nota Nº 40.<br />

630<br />

Otero, “Hist. del Lib…”, t. 1, cap. XXI, p. 547.<br />

631<br />

Espejo, Gerónimo, “El Paso de los Andes”, Bs. As., 1882, p. 306.<br />

632<br />

Galván Moreno, C., ob. cit., cap. IX, p. 103.<br />

633<br />

Cf. cap. V, nota 286.<br />

634<br />

Eyzaguirre, Jaime, “Fisonomía histórica de Chile”, México, 1948, cap. II, p. 35.<br />

635 Ibidem.

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