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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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capitulares que en cumplir su cometido la comisión que designó al efecto. (178) Así<br />

colaboró el Cabildo sanmartiniano. Y cuando los cabildantes creyeron que había<br />

llegado la hora de poner mientes en la miseria del común, el 31 de diciembre de<br />

1819, bajo la presidencia del alcalde de primer voto D. José Justo Gatica, se<br />

reunieron en acuerdo extraordinario para escuchar la lectura de un parte de San<br />

Martín pidiendo fondos para sostener la División de los Andes. Aquellos hombres<br />

abatidos no desmayaron. Había que salvar la situación. El Libertador comunicaba el<br />

agotamiento de sus recursos. La corporación acordó citar a los vecinos más<br />

representativos para deliberar. Ya congregados, -entre ellos D. Tomás Baras- éstos<br />

se miraron en silencio. Cuatro meses antes se había publicado un bando informando<br />

al pueblo del padrón realizado sobre las fortunas desde 500 pesos para someterlas a<br />

un empréstito forzoso sin excepción y sin apelación. (179) Sabían muy bien que no<br />

había quedado recurso por sacrificar en aras de la libertad de América, y resolvieron<br />

tomar en calidad de empréstito los fondos de diezmos. (180)<br />

¿Cuándo no fue así?, terminamos preguntando a quienes nos han pontificado<br />

a propósito de “los privilegios del clero”. No fue así cuando el Estado tomó lisa y<br />

llanamente esos fondos y los destinó para sus más urgentes socorros.<br />

.<br />

EL FACTOR RELIGIOSO<br />

CAPITULO IV<br />

Cuando nos hemos referido a la “jerarquía espiritual y moral de la<br />

contribución”, sostuvimos “que el alma de toda aquella acción inmortal, de todo aquel<br />

dinamismo glorioso, fue la fe –porque nuestro pueblo era entonces profunda y<br />

sinceramente religioso-, la fe en Dios, protegiendo providencialmente y dando sentido<br />

a la fe en el propio “país”-…” (181)<br />

Pero ha ocurrido con el factor religioso que, o se lo ha negado o se lo ha<br />

desvirtuado, privando, en las investigaciones corrientes, criterios unilaterales que<br />

ponen el acento en el aspecto militar, político o económico del proceso histórico, al<br />

mismo tiempo que sellan con el silencio despectivo e ignorante el factor religioso. Y<br />

cuando se lo ha desvirtuado, porque la documentación lo ponía en evidencia y lo<br />

hacía ineludible, se ha subestimado su importancia asignándole una jerarquía<br />

subalterna, y usando un tono de falsa suficiencia en las consideraciones, como si la<br />

profesión de la Fe común a nuestro pueblo, en aquella época, hubiera sido sólo<br />

cuestión de “buen tono”, como afirma Gez (182) repitiendo conceptos muy difundidos<br />

por Ingenieros y sus maestros.<br />

178 Ibid., c. 19, e. 55, f. 13.<br />

179 Ibid., c. 19, e. 55, f. 60.<br />

180 Ibid., c. 19, e. 55, f. 65, v.<br />

181 Cf. cap. I, p. 27 de estos apuntes.<br />

182 “Historia…”, t. 1, p. 104.

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