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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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para purificar de haraganería y atraso españoles el ambiente nacional? Sólo<br />

atendiendo al proceso de gradual inopia que descubre la alimentación de nuestro<br />

pueblo, nos bastaría para afrentar la presuntuosa y delincuente responsabilidad de<br />

muchos gobernantes nuestros, que por mirar hacia afuera e ignorar el país, dejaron<br />

de extinguir, por consunción y por ignorancia, generaciones que como capacidad<br />

humana no tenían nada que envidiar a la inmigración con que las han tratado de<br />

reemplazar. Esa fue la obra del prejuicio y de la herejía liberales.<br />

En 1814 no se conocía la desocupación, y el último de los esclavos o el más<br />

incapaz de los peones de estancia, tenía asegurada una alimentación que hoy no<br />

podría pagar un jornalero. (407) San Martín comprendió esta “capacitación” y la supo<br />

utilizar con firmeza y unidad de miras. (408) Cuando el Capitán de los Andes solicitaba<br />

ganado en pie, charqui, picotes, (409) bayetas, ponchos, sabanillas, ijares,<br />

tamangos, (410) cueros de ganado menor, caballos y mulas, sabía perfectamente que<br />

las estancias puntanas estaban en condiciones de responder con eficiencia a la<br />

demanda. Y por eso exigía sin reparos. ¿Cómo habría sido así si hubiera habido<br />

necesidad de “improvisar” una habilitación inexistente? La documentación nos enseña<br />

cómo las caballadas de Guzmán o de Santa Bárbara se vendían en los llanos de La<br />

Rioja, los bueyes y las vacas de toda la jurisdicción tenían el mejor precio en<br />

Mendoza, y los cueros curtidos de Renca o de Carolina, en Córdoba.<br />

¿Cuándo llega Dupuy, con qué le obsequia la mejor amistad de sus amigos<br />

puntanos? Con frutas secas de Piedra Blanca de la Falda o quesos deliciosos de<br />

Pancanta o magníficos caballos de Río Seco o Quines. ¿Qué postillón, arriero o<br />

campero serrano, no trabajaba el cuero crudo o curtido? ¿Qué mujer, chinita o<br />

madura, no sabía tejer en el telar que indefectiblemente tenía plantados sus cuatro<br />

horcones en el patio, a la vera del rancho, bajo la sombra de una ramada o de algún<br />

algarrobo; a lo largo del corredor o del cuartón que recuadraba el jardín o la hortaliza?<br />

Y de tal reciedumbre fue nuestra cultura rural que los hombres más representativos<br />

fueron del campo, nacieron entre las breñas y trajeron al “pueblo” incipiente un vigor<br />

mental y una concepción política, que la mala orientación de la educación popular en<br />

todos sus grados, luego, esterilizó. La esquematización de este proceso lastimoso es<br />

tan clara, que sólo puede negarla el empecinamiento de quienes siguen siendo eso<br />

inconsciente de la “ilustración” entregadora.<br />

Hasta el momento de la Guerra de la Independencia existió una actitud social<br />

que distinguió a nuestra cultura rural y fue prez y gloria de la misma. Posteriormente,<br />

comenzó un proceso de enfeudación que los aprovechados de la hora facilitaron a la<br />

avidez extranjera. (411) Y el librecambio, los empréstitos y las corrientes inmigratorias,<br />

407<br />

En 1814, cerrado ya el mercado chileno, y por ende, encarecidos algunos efectos que entraban por esa vía, la<br />

arroba de carne (11 kilos y medio) costaba 2 reales, el almud de chuchoca de zapallo (un poco más de una arroba)<br />

valía 2 reales; el de maíz, idem; el de higos secos, 4 reales. Advertido el valor alimenticio de la materia prima<br />

mencionada, téngase presente que algunos elementos, como la leche y la grasa, podía afirmarse que no tenían<br />

precio. Ahora bien, el jornal del trabajador independiente, variaba entre 1 real y medio y 2 reales. No menos de 6<br />

pesos m/n. se necesitarían hoy -1948- para comprar la cantidad de carne que entonces se adquiría con 1 real. La<br />

alimentación corriente u ordinaria la podemos concretar en: carne asada o cocida, mazamorra o locro y leche o<br />

queso, y, generalmente, higos secos y pelones o descarozados.<br />

408<br />

Hudson, D., ob. cit., p. 16.<br />

409<br />

Busaniche, J. L., “San Martín visto por sus contemporáneos”, Bs. As., 1942, p. 24.<br />

410<br />

Ibidem, p. 26.<br />

411<br />

Claro que el proceso a que aludimos no comenzó en 1810. El virrey Abascal en su “Memoria…” ya cit., t. 1, p.<br />

7 de la “Introducción”, alude al abatimiento del precio de los tejidos de los naturales del Perú, como<br />

consecuencia del contrabando. Pensemos que si eso ocurrió en el corazón del poder realista, cuál no sería la<br />

realidad en el Río de la Plata, y qué extremos se alcanzaría cuando, ingleses y franceses pudieron introducir<br />

libremente sus manufacturas.

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