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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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abundaron frailes y sobraron catecismos”. (190) Pero su juicio no sólo resulta falso en<br />

cuanto a la objetividad que apunta, sino en cuanto a la amplitud de su afirmación. La<br />

falta de moralidad, para Ingenieros, es lo de menos; lo demás es la sobreabundancia<br />

de frailes y de catecismos.<br />

En nuestro caso, fácil nos sería probar que los sacerdotes fueron escasos, y si<br />

descubriéramos documentos, que nos dieran la certeza de que los catecismos<br />

sobraron, en modo alguno ello sería un testimonio fehaciente para afirmar que la falta<br />

de moralidad fue consecuencia de la sobreabundancia subrayada. Y la discriminación<br />

es necesaria, porque la mentalidad moderna de nuestros días puede incurrir en el<br />

desacierto de sostener que, en efecto, ha habido épocas en la vida de la humanidad<br />

en que sobraron los catecismos y abundaron los frailes, explicándose de este modo<br />

la típica falta de responsabilidad actual, que la “unidad de la fuerza”, imperante<br />

hoy, no ha podido reducir a pesar del ingente crecimiento del Estado, con detrimento<br />

de las libertades que tanto se proclama. Adviértase que el subjetivismo moral de<br />

Ingenieros implica el absurdo de fundarse en “la inconsciencia de la vida animal o de<br />

la vegetal”, de modo que “su” moralidad está en las antípodas de la ley moral que<br />

surge del Decálogo. Y es claro que la pedrada al ordenamiento ético no termina ahí<br />

su trayectoria. Lo fundamental para Ingenieros y todos los de su escuela, (191) no es<br />

poner de relieve la falta de sentido moral de esa soberanía social que era nuestro<br />

pueblo entonces, sino mostrar la quiebra del fundamento de esa moral que es el<br />

factor religioso a que nos estamos refiriendo, fundamento que el materialismo<br />

evolucionista de Ingenieros comienza negando. El silogismo parece perfecto pero su<br />

formulación es falsa. ¿Cómo podía ser moral un medio social humano en donde<br />

sobraban los catecismos y abundaban los frailes?<br />

Sin embargo, y a pesar de las pocas letras de nuestros antepasados,<br />

incurriríamos en la más flagrante injusticia si, al realizar esta investigación, no<br />

destacáramos el más alto, amplio y bien aireado nivel moral en que se movió nuestro<br />

pueblo por aquellos días, precisamente porque tenía bien entendidos –que no es obra<br />

de simple memorismo- los Mandamientos de la ley de Dios. Bien entendidos,<br />

escribimos, y agregamos, mejor vividos, que es mucho más cuando se trata de<br />

absorber una actitud no de mera fe, sino de fe y de obras justificativas.<br />

Por eso, en aquellos tiempos a que tan superficialmente se refiere Ingenieros,<br />

un súbdito, un esclavo o un ciudadano, sabía con exactitud aquello de que era capaz,<br />

y declinaba las obligaciones cuando sus “posibles”, tanto morales e intelectuales<br />

como materiales, le impedían afrontarlas. Actitud que hogaño apenas si merece el<br />

más franco gesto de conmiseración. Tal la categoría de pobre diablo que se<br />

acredita…<br />

Entonces, el más modesto alcalde de hermandad tenía un concepto claro,<br />

antes que nada, de su capacidad para errar, para incurrir en faltas, omisiones o<br />

negligencias, que él empezaba por confesar y atribuir a sus deficiencias personales.<br />

(192) Y esto no era una mera consecuencia de la integridad moral –“las virtudes<br />

antiguas” que dijera Sarmiento- (193) sino del más recto y natural sentido de la<br />

190 “La evolución de las ideas argentinas”, Bs. As, 1918, t. 1, p. 22.<br />

191 Véase el juicio severo que le merece al maestro Carbia la citada ob. de Ingenieros. Cf. ob. cit. p. 248.<br />

192 A propósito, es interesante leer la correspondencia, oficial y particular, que guarda el A. H. P. S. L., de los<br />

alcaldes de hermandad: D. Martín Garro, D. José Nicasio Becerra, D. Juan Climaco Lucero y D. Andrés Alfonso,<br />

entre otros, que actuaron en los partidos de Guzmán, Renca, Morro y Rosario, respectivamente. Nada más<br />

elocuente que la nota de D. Luis de Videla, prominente colaborador de Dupuy, transcripta por la Srta. María<br />

Mercedes de la Vega, distinguida y talentosa comprovinciana, en reciente conferencia publicada en “Boletín del<br />

Centro Puntano”, Bs. As., 1947, Nº 33, p. 25.<br />

193 Cita de E. L. Colombres Mármol, “San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil”, Bs. As., 1940, p. 165.

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