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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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Cuando Gez, refiriéndose a los michilingües, parcialidad menos que hipotética<br />

de los comechingones, descubre en la “plebe” puntana algunos rasgos físicos y<br />

“morales” de esa “inteligente raza”, (313) incurre en un manifiesto fantaseo. No<br />

solamente porque los antropólogos han comprobado la barbarie troglodítica de estos<br />

indígenas en estado de regresión supina, sino porque el mismo Gez, estudiando<br />

nuestra sociabilidad provinciana, anota el fracaso de las encomiendas y reducciones<br />

–dispersión-. Por otra parte, es menester tener presente el desplazamiento de<br />

naturales que hemos señalado. (314) Pero el error de Gez es explicable. El sostuvo<br />

para la jurisdicción puntana la dominación incaica, y atribuyó a los indígenas<br />

lugareños una cultura de que carecían. Eso mismo, repitiendo a López, lo llevó al<br />

extremo de invertir la jerarquía de los valores étnicos en el proceso de asimilación,<br />

supeditando el factor hispánico al autóctono… De ahí esos rasgos morales que el<br />

cronista connota en nuestro pueblo como patrimonio heredado de sus fabulosos<br />

michilingües.<br />

Por otra parte, conociendo el escenario histórico como lo conocemos, se<br />

comprende de inmediato el absurdo de sostener una cultura superior para los<br />

michilingües –habitantes de los valles- con respecto a una realidad troglodítica como<br />

era la que reconoce para los comechingones –habitantes de las montañas-, y cuya<br />

existencia fue con respecto a los primeros una convivencia. ¿Por qué una<br />

convivencia? Sencillamente porque los valles aludidos son altos y entre ellos y las<br />

montañas no hay solución de continuidad, al punto de que marchando de Este a<br />

Oeste, gradual e insensiblemente, alcanzamos las cumbres. Ni siquiera en la<br />

ubicación de los michilingües hay uniformidad hipotética. Mientras Serrano los sitúa<br />

en “el valle de Conlara”, que es algo topográficamente más o menos claro, Gez los<br />

dispersa por todos los valles y los hace desbordar la sierra central por el sur y<br />

extenderse por lo que aquí llamamos “costa”, a la vera de la cañada de Vilance.<br />

Resumiendo, diremos que en un escenario montañoso –téngase presente la<br />

jurisdicción histórica a que nos estamos refiriendo- actuó el Pueblo Puntano<br />

descubriendo virtudes y defectos hispánicos, y dando a la guerra civil aquel acento de<br />

exaltado idealismo que confirma, a través de la distancia y del tiempo, el superlativo<br />

desprecio que la estirpe siempre dispensó a los móviles concretados en intereses<br />

materiales. (315) Hay que hacerse a la idea de comprender a nuestro pueblo como una<br />

comunidad de montañeses.<br />

Y teniendo en cuenta esta realidad geográfica e histórica, resulta falso<br />

clasificar al puntano de la época de Dupuy como habitante de una llanura interior. (316)<br />

Entre más de cuarenta partidos en que se dividía la jurisdicción por aquel entonces,<br />

apenas si es posible, con reparos, señalar cuatro que pueden considerarse de<br />

llanura; por otra parte, los menos poblados. (317) Las principales poblaciones estaban<br />

de su orgullo, razón de esa “síntesis armoniosa” que él entiende como continente de belleza e imperialismo. Todo<br />

lo cual explica la formación de un pueblo superior que es obra del gringo. Respondemos nosotros: Ya lo peor ha<br />

pasado, porque hemos capeado en buena forma el temporal de la balumba inmigratoria… Hoy sabemos que no<br />

dejaremos de ser. Erguida está la estirpe, consciente del esfuerzo que realizó SIN EL GRINGO. Consciente, más<br />

aún, de la explotación colonial organizada por el gringo. Y consciente, por sobre todo, de que su<br />

HUMANISMO ESPAÑOL es la realización de lo perenne, de la VERDAD, que el HUMANISMO DEL<br />

ORGULLO traicionó hace siglos.<br />

313<br />

Gez, “Historia…”, t. 1, p. 28.<br />

314<br />

Idem, ibidem, t. 1, p. 101.<br />

315<br />

Menéndez Pidal, R., “La España del Cid”, p. 165.<br />

316<br />

Ibarguren, Carlos, “De nuestra tierra”, Bs. As., 1926, caps. II y III.<br />

317<br />

Partidos de: San José del Bebedero, Chalanta o El Tala, Río 5º o el Paso de Abajo, y el de Frontera de San<br />

Lorenzo, que jalonaban esa línea divisoria entre el dominio de las hordas ranquelinas –pampa- y lo alcanzado con<br />

carácter de permanencia por la conquista y pacificación hispánicas –serranía y valles altos-. A. H. P. S. L., c. 20,

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