SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

solamente radica en lo incompleto de la visión de aquello que se considera, sino en el
cúmulo de prejuicios y repeticiones absurdas que lo han falseado y obscurecido.
Los cabildos argentinos del período español, en la mayoría de los casos, no
han sido estudiados, han sido prejuzgados, aplicando en la pretendida investigación
un método analógico que asombra por la insondable ignorancia que descubre. ¿Qué
de extraño tiene entonces que estemos por conocer la verdadera Historia formativa
de la Nación Argentina?
Si la buena fe o la imparcialidad desprevenida hubiera estudiado nuestros
cabildos, aún cuando dicho estudio fuese evidentemente desarticulado, que es tanto
como juzgar a la institución capilar después de haberla arrancado, aislándola, de la
grandiosa arquitectura institucional de la España Imperial, dicho estudio no resultaría
totalmente recusable, ya que sería fácil completarlo. Pero no se trata de eso. Se trata
de algo peor todavía, por cuanto los juicios hechos que el liberalismo doctrinario ha
convertido entre nosotros en lugares comunes, han llenado de patrañas los “textos”
medios y los elementales, en virtud de la siempre peligrosa eficiencia didáctica de los
repetidores.
¿Cómo allanar el camino para quien desee conocer la verdad quitando tantos
escollos debidos al apasionamiento relativista más irracional que ha dominado en el
campo de la Historia? No es éste el lugar ni es ésta la oportunidad para estudiar tan
siquiera superficialmente la cuestión; pero no podemos menos que enunciarla. El
Cabildo falseado da de suyo una vida capitular falseada. Y una vida municipal o
consistorial asentada sobre antecedentes erróneos, no puede darnos en el caso de
San Luis ese consecuente honrosísimo que fue la actuación de la Institución Capitular
puntana en la formación del Ejército de los Andes. De ahí que sea ineludible esto que
a primera vista puede parecer digresión superflua, y que no es tal, ya que lo menos
que podemos apetecer es no incurrir en contradicciones manifiestas a fuerza de ser
extemporáneas.
Debemos, pues, comenzar por afirmar que un criterio relativista como es el de
López, (455) no puede darnos ni siquiera una idea relativa de esa institución gloriosa y
eficiente que fue el Cabildo. Y las razones que fundamentan nuestra afirmación
sobran, en virtud de que la objetividad histórica queda sepultada siguiendo a López y
haciendo abstracción de su apasionada parcialidad, bajo el triple derrumbe de su
relativismo religioso, moral y político. La ideología que resuma toda su obra heurística
le ha impedido en grado absoluto comprender al Cabildo como esa institución que “es
la primera escuela de la ciudadanía que nace espontáneamente de la congregación
de familias que sienten necesidades múltiples y comunes que ellas solas no pueden
satisfacer aisladamente y que las obligan a juntarse y producir una representación
común, que es sociedad natural”. (456) Por eso, donde descubrió soberanía social
afirmó ausencia de “fines propios” (457) , y donde encontró unidad religiosa, moral y
política, aseveró barbarie y absolutismo… (458)
Si el Cabido, después de 1810, hubiera dejado de ser aquello que había sido,
posiblemente encontraríamos alguna razón a López, pero es que siguió sin
alteraciones esenciales mientras existió; vale decir con idénticas virtudes y vicios,
aunque, pensándolo mejor, quizá podamos afirmar que con el correr del tiempo
455 López, V. F., ob.cit., t.1.
456 Vázquez de Mella, obs. Comps., Madrid, 1941, t. 3, pp. 387-388.
457 López, V. F ., ob. cit., pp.255-256.
458 Ibidem, pp. 178 y 196.