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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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Había que parlamentar con los ranqueles, que afianzar las buenas relaciones<br />

existentes con D. Lucas Adaro, comandante de la frontera Sur de Córdoba con<br />

residencia en La Carlota, (348) vigilar de cerca los siempre descontentos artiguistas de<br />

Punta del Agua, interceptar la correspondencia de los confinados y prisioneros, y<br />

tener sobre El Tala y San José del Bebedero partidas volantes en descubierto.<br />

¿Quiénes obraron todo esto con fidelidad y acierto? Anónimos colaboradores de<br />

Dupuy.<br />

El pueblo, en su inmensa mayoría, fue un colaborador de corazón, con sus<br />

tejedoras y postillones, con sus arrieros y artesanos. No se ha escrito el poema<br />

galardón del telar puntano y sus artífices de aquella hora. Sostenida armonía heroica<br />

de lizos, pisadores y palas, que es imprescindible grabar para ejemplo de las actuales<br />

y futuras generaciones. Sufridas endechas solitarias. Pacientísimos retobos y<br />

trenzados. Sueños sobre la marcha, en lo montado y con lo puesto. Mester poético<br />

éste que está pidiendo a gritos el estro que esta tierra de héroes merece. ¿Qué<br />

postillón no supo de las noches de junio llevando “extraordinarios”, en famosos<br />

“alcances”, para San Martín o Luzuriaga, de posta en posta, a través de casi veinte<br />

leguas entre San Luis y el puente del Desaguadero, y no pocas veces hasta<br />

Corocorto? ¿Qué alcalde de hermandad o juez comisionado no padeció esos<br />

galpones de sesenta leguas, a campo traviesa y a todo andar, para cumplir al pie de<br />

la letra en el ángulo más distante de la jurisdicción una resolución de Dupuy?<br />

Todos los curas fueron dupuístas fervorosos. Recordemos a Fr. Isidro<br />

González, O. P., al licenciado Gerónimo R. de Zarza y al Pbro. Manuel M. Becerra.<br />

Descubre la documentación pormenores que emocionan y que estimulan<br />

cuando se aviva el seso recapacitando sobre aquellas horas decisivas que pueden<br />

repetirse, y, Dios lo quiera, depararnos idéntico patriotismo e igual hombría de bien.<br />

Cuando, finalmente, ocurrió aquel estallido que fue la sublevación de 1819 don<br />

José Manuel Rivero –secretario de gobierno- y el comandante de armas D. José<br />

Antonio Becerra, secundados por el arrojo del subteniente Juan Pascual Pringles,<br />

salvaron la vida de Dupuy. Tras esos patriotas estuvo el pueblo en armas.<br />

Cerramos estos apuntes afirmando que sus mismos colaboradores, una vez<br />

depuesto Dupuy y confinado en El Valle, cerca de Carolina, fueron quienes se<br />

encargaron de favorecer su fuga hacia La Rioja, en donde se encontró con el Dr. de<br />

la Roza, (349) para seguir más tarde la ruta luminosa del genial conductor de los<br />

Andes.<br />

Sin dudas que Dupuy fue sensiblemente grato con quienes supieron<br />

secundarlo arrostrando toda suerte de penalidades. Y su prestigio no fue poco, aún<br />

cuando ya estaba distante, obligando su posible retorno que el licenciado don<br />

Santiago Funes, con reconocida y cómica pusilanimidad, declarara ante el juez<br />

comisionado don Domingo Indalecio Menéndez, poco después en Santa Rosa, con<br />

que la complicidad del comandante de armas D. Luis de Videla –mayo de 1820- podía<br />

aparecer en cualquier momento y hacerlos trizas a todos… (350)<br />

348 Ibidem, c. 24, e. 7.<br />

349 Hudson, D., ob. cit., p. 122.<br />

350 A. H. P. S. L., c. 25, e. 26.

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