SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

historiador chileno no ha sabido –o no ha querido- mostrar ni la realidad objetiva del
medio natural ¡Qué diremos de la realidad social! Sin duda, San Luis era una aldea;
pero, su calidad de tal no abona el símil sombrío y novelesco de “Santa Elena”, (731) y
mucho menos, el pueblo puntano acaudillado por el comandante José Antonio
Becerra, el ayudante José Manuel Riveros y el alférez Pringles, pudo ser considerado
una turba de “asesinos”, un “populacho compuesto en su mayor parte de gauchos
salvajes”. Eso es tan verdadero como afirmar que la pampa argentina, la cual nada
tiene que ver en el caso, es semejante a un “océano petrificado” (732) .
Pero la pasión partidaria, carrerina en esta ocasión, así ha escrito la historia, y
a pesar del tiempo transcurrido, de se modo sigue escribiéndola. Nosotros no
estamos a favor de Dupuy y en contra de los prisioneros sublevados. Sin realizar una
interpretación que no corresponde cumplir ahora, rechazamos las falsísimas
apreciaciones de ambos extremos en pugna. Ni justificamos aquello que en Dupuy o
en Monteagudo fue temporánea parcialidad, imputando a los prisioneros, sin pruebas,
supuestas intenciones ni condenamos en forma absoluta los procedimientos legales y
extralegales que las circunstancias impusieron. Lo que sí desautorizamos, por
grotesco e injurioso, es el juicio con que el autor de la “La guerra a muerte” ha querido
presentar al pueblo puntano. Tentados estamos de sostener que el historiador ha
creído “que un adjetivo es un argumento y que un ultraje es una razón”, (733) a que su
certeza apenas radica en la fuerza de los dicterios que fluyen incontenidos de los
puntos de su pluma. Es, pues, necesario tener bien entendido que en la represión no
actuaron “presidiarios”. Los detenidos en el cuartel local no eran “delincuentes de
orden común”. Sarmiento, entre otros, habla de “grillos”… (734) Pero, el mítico y
autoritario sanjuanino, en el terreno de la pura invención, era un auténtico “vencedor
de imposibles”.
El comportamiento del pueblo puntano en la represión, digno a la vez que
valiente y patriótico, fue reconocido por el Congreso Nacional, resolviendo el 17 de
mayo de ese año condecorar el Cabildo. Fundado en esa resolución, el Director
Supremo otorgó a 34 ciudadanos una medalla de plata en cuyo anverso se había
grabado esta inscripción: “A los que defendieron el orden en San Luis”. El reverso de
la misma ostentaba la fecha del hecho, completando el significado de las
inscripciones alusivos simbolismos en relieve. Dupuy recibió un ejemplar de oro. (735)
He aquí la nómina de los condecorados:
“José Justo Gatica: Alcalde de 1er voto. –José Domingo Arias: Alcalde de 2º
voto. –Esteban Adaro: Alguacil Mayor. –Marcos Guiñazú: Alférez Nacional. –José
Cecilio Lucio Lucero: Regidor Llano.-Agustín Sosa: Regidor Defensor de Menores. –
Anselmo Basconcelos: Regidor Defensor de Pobres. –José Gregorio Giménez:
Procurador de la Ciudad.
731 Con todo el respeto que nos merece la obra cumplida por nuestro comprovinciano Gilberto Sosa Loyola,
debemos, no obstante, expresar que su evocación de la capital puntana en 1819, se resiente por la injusticia que
implica el símil de que se vale: “Aldea carcelera,…”. –ob. cit., p. 53. Y menos feliz se nos ocurre el calificativo
que le merece esa misma San Luis como Sujeto de la Historia. –Ibidem, p. 97- ¿Por qué hemos de aceptar una
mediocridad que, medida con la vara de “los caprichos del destino histórico”, apenas si resulta presunción
historicista en la pluma de quien tal escribe?
732 En este caso, descubre el historiador citado “más retórica que criterio”, como tan acertadamente lo apuntó
Mitre con otro motivo –ob. cit., t. I, cap. VII, parág. XII, p. 338.
-- 1886, t. IV, p. 103.
734 Ob. cit., sda. pte. Cap. I, p. 75.
735 “Apoteosis…”, pp. 261-262.