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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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instante. Así se explica que las “mandas” y las “gregorianas” figuraran en los itemes<br />

de todos los testamentos. Y entre un nacimiento y una muerte iguales para todos,<br />

todos tenían idéntica –igual- posibilidad de salvarse.<br />

No queremos plantear el problema de nuestra cultura rural como culto ni como<br />

menester intelectual. En el campo de la Fe no se conocían disidencias y en el del<br />

conocimiento no se había endiosado a la razón que de fracaso en fracaso ha<br />

rematado en irracionalidad a fuerza de querer ser racionalista. Entonces, las contadas<br />

letras conducían a la conquista de pocos pero claros conocimientos. Ahora, a pesar<br />

de la idolatría del alfabeto, las generaciones van alcanzando en el terreno de las<br />

ideas la más espantosa confusión. (400)<br />

Y en el de la realidad moral la más deplorable degradación; aquella que<br />

podemos ejemplificar con la despersonalización del hombre-masa del hombregregario,<br />

y del heroísmo deportista profesional de nuestros tiempos… (401)<br />

Por aquellos días, un libro tenía una relevante significación. Se leía, y se<br />

meditaba más que se leía. Hoy, el poder expansivo o difusivo de las ideas<br />

estereotipadas en las páginas de un libro, poco cuentan ante la magnitud de una<br />

distancia o de una velocidad, o equiparadas con la potencialidad de un puñetazo o de<br />

un puntapié.<br />

De aquella cultura, escritores ilustres, dijeron que fue tanto como la barbarie<br />

argentina. Y antaño, los libros eran escasos; pero, para ser leídos recorrían caminos<br />

reales o senderos interminables, amorosamente retobados. Hogaño, son tantos, que<br />

muy pocos los leen, por aquello de que la existencia es tan breve, que cuando se ha<br />

comenzado a vivirla, con aquel derecho que cada uno tiene a vivir “su vida”, no vale la<br />

pena leer, porque leer es traicionar la existencialidad de la vida. Aquella cultura formó<br />

hombres que parecían y eran hombres, y exornó mujeres cuya femineidad era<br />

exquisito distintivo de una época. Y mientras hoy el problema de la infancia es la<br />

contingencia de una niñez que fácilmente se convierte en prodigio freudiano los<br />

adolescentes de entonces eran niños grandes.<br />

Estamos tratando de dar fundamento a esa posibilidad que fue la colaboración<br />

del Pueblo puntano en la gesta sanmartiniana, y como esa habilitación no fue<br />

aptitud milagrosa, vale decir alcanzada de la mañana a la noche, sino la<br />

consecuencia de una “capacitación secular”, hemos de referirnos a “la famosa<br />

desidia criolla”. (402) ¿Qué descubre la documentación? Descubre algo que debieron<br />

empezar por ver nuestros egregios teorizadores, nuestros conocidos “sociólogos”.<br />

Descubre una desidia efecto de tres factores negativos, de que es responsable el<br />

400 Ya Balmes, tratando sobre la “fuerza de las ideas”, se refiere al principio del confucionismo de<br />

nuestros días. “El protestantismo…”, t. 1, p. 374, e Hilaire Belloc, en su ob. “Las grandes herejías”, Bs.<br />

As., 1946, trad. de P. Olazábal, p. 7, nos asegura que “el espíritu moderno es tan enemigo de la<br />

precisión en las ideas como enamorado de la precisión en la medida.<br />

401 Véase “Caracteres del deporte”, Sepich, J. N., ob. cit., p. 275. Puede reflexionarse sobre el ideal clásico, que<br />

nada tiene que ver con el actual profesionalismo entroncado con el circo romano, y sin asomo de aquello que fue<br />

la concepción pindárica o jenofánica de los juegos públicos.<br />

402 Castellani, S. J., Leonardo, “Crítica literaria”. Bs. As., 1945, prol. de Hernán Benítez, p. 321. Es menester leer<br />

las hermosas y profundas consideraciones que el originalísimo y muy talentoso jesuita hace refiriéndose a los<br />

catamarqueños. Recordando el testimonio de Moussy y de Pichon Riviére, sostiene: “y el criollo sabía hacer<br />

maravillosamente el trabajo de ganadería gruesa en que lo criaron”. Más adelante agrega: “Si la vieja estancia<br />

argentina (aquel feudo rural esencialmente creador de hombres nobles y enteros,…) está siendo cuarteada y<br />

barrida, restaurémosla,…”. Medítese esta enjundiosa observación: “han conservado (los criollos) por lo menos, a<br />

pesar de saber leer, los saberes primordiales del hombre, que son el saber ver, el saber discernir, el saber sentir y el<br />

saber cantar el gran libro de la naturaleza y del alma”. Finaliza haciendo notar “el cauto y reservado conocimiento<br />

de los hombres, tan esencial para la vida y que no está en los libros”, que tienen nuestros criollos.

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