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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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altas consideraciones y respetos”, por otra, entenebrece el cuadro con la tan<br />

resobada patraña del “oscurantismo colonial”. (428)<br />

¿Cómo conciliar oscurantismo y acrisolamiento moral? O afirmamos el<br />

oscurantismo como fundamento de la “barbarie” que nos pintarán después los<br />

“ilustrados”, barbarie que, una vez definida, podría servirnos para entender eso de<br />

“¡Ni un adarme de Derecho!” (429) o aceptamos la austeridad del santuario que fue<br />

aquel hogar. O propugnamos los modos y maneras de la tribu y del aduar, o<br />

sostenemos con lógica cordura, como realidad histórica representativa en un<br />

determinado momento de nuestra Historia provincial, un hogar sencillo, austero,<br />

rústico si se quiere por la evidencia de sus pocas letras, pero capaz de dar a la Patria<br />

una Pléyade de héroes como la dio.<br />

Hudson, a quien ha seguido Gez, en sus conocidos “Recuerdos sobre la<br />

provincia de Cuyo”, (430) ha hilvanado las más superficiales consideraciones sobre lo<br />

que para él era la rutina colonial de la vida hogareña de entonces. Pero lo que en<br />

Hudson es explicable, ya que la cerrazón de las entenderas liberales era completa<br />

por los días que escribió sus recuerdos, en Gez resulta reprochable, si se tiene<br />

presente que en 1916, año en que remató sus conclusiones el cronista puntano,<br />

estábamos alcanzando “el desengaño inevitable a todo el que quiere lo relativo con el<br />

amor que se debe a lo absoluto”. (431)<br />

Que Hudson no entendiera esto, vale decir que no valorara el meollo de la<br />

cuestión por justipreciar la cáscara, podemos comprenderlo sin esfuerzo; al fin y al<br />

cabo el hombre tenía en la mente una quimera de “luces”, instituciones liberales,<br />

progresismos y primitivismos, que constituía más que una razón suficiente para estar<br />

ciego. Pero que Gez en 1916 asentara la realidad del hogar puntano de un siglo atrás<br />

sobre la base de un relativismo superado, resulta inaceptable.<br />

Apresurémonos a decir que el hogar puntano en 1814 era una realidad secular<br />

centrada en la unidad de la fe católica. (432) Es cierto que ya por entonces estaba<br />

soportando los primeros golpes, retrasados sin duda, que había experimentado<br />

428<br />

“La tradición puntana”, ed. 1910, p. 115.<br />

429<br />

Sosa Loyola, G., “La tradición jurídica…”, p. 30.<br />

430<br />

Mendoza, 1931, p. 3.<br />

431<br />

De Maeztu, R., ob. cit., pp. 150-151. –Osvaldo Lira, “Visión de España”, en “Cuadernos Hispanoamericanos”,<br />

Madrid, mayo-junio, 1948, Nº 3, p. 431.<br />

432<br />

Al hacer esta afirmación tenemos presentes los antecedentes que descubre la documentación mutilada que<br />

guarda aún nuestro Arch. Hist. Prov., referidos a hogares representativos de todos los partidos de la jurisdicción<br />

puntana, y de los cuales damos una ligera nómina a continuación. En Renca: el de d. José Nicasio Becerra, d. José<br />

Domingo Arias, d. Pablo Lucero, d. Hermenegildo Alba, d. Manuel Antonio Domínguez y d. Francisco Aguirre.<br />

En el Morro: el de d. Juan Clímaco Lucero y d. José de las Nieves Moyano. En Guzmán: el de d. Martín Garro. En<br />

Santa Bárbara: el de d. Prudencio Vidal Guiñazú y d. José Justo Domínguez. En la Punilla: el de d. José Narciso<br />

Domínguez, d. Manuel Moreira y d. José Aurelio Godoy. En Quines: el de d. José Montiveros y d. José Santos<br />

Leyes. En el Saladillo: el de d. José Justo Gatica y d. Francisco Fernández. En Paso Grande: el de d. Andrés<br />

Alfonso y d. José Lucas Ortiz. En Intihuasi: el de d. Juan Gregorio Lucero. En Rincón del Carmen: el de d. Juan<br />

de la Cruz Leaniz, d. Pedro Miguel de Vílchez y d. Miguel Ortiz. En la Frontera de San Lorenzo: el de d. Rufino<br />

Poblet, d. Pedro José Gutiérrez y d. Domingo Fernández. En Punta del Agua: el de d. Fabián Guiñazú, d. Ursulo<br />

Funes y d. Santiago Funes. En Piedra Blanca de la Falda: el de d. Marcos Rovere, d. Juan Lamas, d.<br />

Hermenegildo Gallardo y d. Manuel Ascencio Vieyra. En las Tapias: el de d. Felipe Santiago Sosa. En el<br />

Durazno: el de d. José Gregorio Calderón y d. Andrés Miranda. En Río Seco: el de d. Francisco Oyola. En los<br />

Molles: el de d. José Santos Ortiz. En Conlara: el de d. Tomás Barroso. En Suyuque: el de d. Francisco Alcaraz y<br />

d. Francisco Pedernera. En Huascara: el de d. Juan Manuel Panelo. En Estancia Grande: el de d. Juan de la Rosa<br />

Sosa. En el Potrero de los Funes: el de d. Juan Esteban Funes. En las Chacras: el de d. Tomás Luis Osorio. En<br />

Minas: el de d. Cruz Moreno y d. Baylón Quiroga. En Ojo del Río: el de d. Martín de Nieva. En el Tala: el de d.<br />

Marcelino Poblet. En Nogolí: el de d. Nepomuceno Funes. En el Pantanillo: el de d. Miguel Guiñazú. Y cien más<br />

que se pueden mencionar. Caps. 16 a 31.

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