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LOS TRES FR<strong>EN</strong>TES DE LUCHA CAPITULO VI Para los investigadores “resulta ya manido tópico” (351) nuestra afirmación: “La Guerra de la Independencia fue una guerra civil”. (352) Pero, lo manido por archisabido en el campo de la heurística, sigue siendo crasa ignorancia que se perpetúa en manuales de uso corriente para maestros y alumnos. Nuestra docencia primaria, y también la media, sigue repitiendo desaprensiva y rutinaria que nuestra Guerra de la Independencia tuvo carácter internacional… De ahí la ineludible necesidad de reiterar el “tópico”, de seguir sobando esta “novedad”. Hace más de un cuarto de siglo, Mario André, de su obra “El fin del Imperio español de América”, tituló el capítulo III con esta categórica e inequívoca afirmación: “La guerra por la emancipación es una guerra civil entre americanos”. (353) Ramiro de Maeztu, “paladín iluminado”, publicó su inmortal “Defensa de la hispanidad” en 1934. Tituló la primera parte de esta obra que deben leer y releer los jóvenes argentinos: “La hispanidad y su dispersión”, dedicando uno de los subtítulos a “La guerra civil en América”. (354) Inicia sus consideraciones con estas palabras: “La verdad, aunque no toda la verdad, la había dicho André”. Y agrega las pruebas complementarias. En 1942, Eduardo Aunós dio a publicidad en Buenos Aires su conocida obra “Cómo se perdió América”, (355) y casi al mismo tiempo se traducía y publicaba, en la misma ciudad, el libro de Cecil Jane titulado “Libertad y despotismo en América hispana”. (356) Aunós, después de calificar de “luminosa” la obra de André, confirma y explana el criterio “diferencial” de éste, (357) y Jane, abordando el tema “El verdadero carácter de la Guerra de Independencia”, concentra su juicio con estas rotundas palabras: ”fue una guerra de hispanoamericanos contra hispanoamericanos”. (358) En reciente meritísimo trabajo de investigación, Vicente Rodríguez Casado y José Antonio Calderón Quijano, tratando sobre “Abascal y las causas de la Independencia”, se expresan así: “El que la independencia de Hispano-América tomase el carácter de una lucha civil, se ha escrito tantas veces que su solo enunciado resulta ya manido tópico. Sin embargo, responde a la realidad. Así al menos, lo comprendieron los propios actores o espectadores de aquellos sucesos. 351 Rodríguez Casado, Vicente y Calderón Quijano, José Antonio, “Memoria de Gobierno del Virrey Abascal 1806-1816”, Sevilla, 1944, “Estudio preliminar”, t. 1, p. XCV. 352 Cf. cap. IV, p. 63. 353 Ob. cit., p. 77. 354 Ob. cit., p. 33. 355 Ob. cit. 356 Ed. Imán, prol. de Salvador de Madariaga y trad. de J. Torroba. 357 Ob. cit., p. 38. 358 Ob. cit., p. 132.
(359) Fueron guerras civiles en su sentido más estricto. Y esto no sólo porque los peninsulares, conjuntamente con los indios y mestizos, pelearon largos años con mestizos, indios y peninsulares, sino porque el tema a discutirse era eminentemente español. Se combatía, es cierto, por conseguir más autonomía política y económica, pero no es menos cierto que tal pugna sólo fue posible al romperse la unidad política de las Españas”. (360) Los manuales del día tienen que consignar esta verdad inconcusa, y esa misma verdad deben enseñar los maestros y profesores a nuestros niños y jóvenes. Nuestra Guerra de la Independencia ni tuvo carácter internacional ya que evidentemente no fue choque entre dos nacionalidades ni fue guerra colonial, porque España no tuvo colonias como Inglaterra y Francia. (361) Fue guerra civil. En otros términos, fue cruento desgarramiento de las Españas. (362) No discutiremos ahora las causas. Pero es que hay más en nuestro caso. A la pertinacia del prejuicio o del error, oponemos la documentación que fundamenta nuestra convicción. No se trata, pues, de una hipótesis más o menos interesada ni de una interpretación en la cual la verdad de los hechos queda supeditada a esa probabilidad que quiera alcanzarle el subjetivismo que asista al investigador. Nada de eso. 359 El virrey Abascal en la “Memoria…” cit., t. 1, pp. 319-320, escribe refiriéndose a la real hacienda: “ella habría concurrido con mayores sumas a los ordinarios del Estado, y proporcionando igual suma para los extraordinarios que causa la Guerra Civil que miserablemente se ha extendido en todas las Provincias”. 360 Ob. cit., t. 1, p. XCV. –Julio Irazusta, “Tomás de Anchorena”, Bs. As., 1950, p. 100, escribe: “La guerra civil que estalló en todo el continente a raíz de los pronunciamiento ocurridos en las diversas secciones de la América Hispana por las mismas causas que en Buenos Aires,”. –Justo Díaz de Vivar, ob. cit., p. 33, nota 1. 361 ob. cit., p. 17, se expresa así: “Inglaterra tiene colonias. España tiene hijas, o si se quiere hermanas”. 362 Del Arco y Garay, Ricardo, ob. cit., prol. de Federico García Sanchiz, p. 87, ya cit. en nº 91. –Veamos dos pruebas documentales. El virrey Abascal en su “Memoria…”, t. 1, p. 285, al referirse a la “Venta y composición de tierras”, manifiesta que con partes de éstas “se compensó el mérito de sus descubridores, pacificadores y pobladores”. –Carlos Pereyra, “Breve Historia de América”, Santiago de Chile, 1946, p. 374, “La tesis criolla y la Península”, explica: “Si hubieran estado frente a frente los peninsulares y los criollos, la cuestión se habría resuelto con prontitud. Pero los hechos complicaron la argumentación, y los criollos se dividieron, así como los peninsulares. La tesis peninsular tenía de su parte el decreto expedido el día 22 de enero de 1809 por la Junta Central: Considerando que: “los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente colonias o factorías, como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española” se les daba representación”. –Aunós, ob. cit., p. 11, afirma: “Nunca las Indias Occidentales –que tal era el nombre oficial de la América Hispana- fueron consideradas como colonias, ni este vocablo aparece en ningún documento público”. Más adelante agrega: “se les dio la denominación de “Reino de las Indias Occidentales”, del mismo modo que, en ocasiones, se les conocía también por “provincias” y otras por “repúblicas”, “Nuestra República” escriben generalmente los cabildantes puntanos. La conquista española, que luego se convierte en pacificación y población, tuvo por finalidad la redención del mundo. La conquista se realiza para Cristo. La colonización francesa o inglesa tuvo y tiene por fin la explotación, vale decir que la finalidad es por sobre todo económica, de esencia materialista. Cf. “El sentido misional de la conquista de América”, p. Vicente D. Sierra, Bs. As., 1942. –Ots. Capdequí, ob. cit., estudiando “Las fuentes del derecho indiano” descubre “Un profundo sentido ético y religioso”. –Silvio A. Zavala, “Las instituciones jurídicas en la conquista de América”, Madrid, 1935, p. 166, “La pacificación”. –Lummis, ob. cit., p. 60, dice: “Ninguna otra nación trazó ni llevó a cabo un “régimen de las Indias” tan noble como el que ha mantenido España en sus posiciones occidentales por espacio de cuatro siglo”. El notable escritor y mártir de la causa de Cristo y de la Hispanidad, P. Zacarías García Villada, S. J., en su ob. “El destino de España en la Historia Universal”, Madrid, 1936, p. 103, trata el tema “La conquista del nuevo mundo”, dando en forma bella y profunda el sentido de la misma. –Julio Alemparte, “El Cabildo en Chile colonial”, Santiago de Chile, 1940, “Los cabildos y la Independencia”, pp. 308, 371, 374. –No hay, pues, tal oposición entre opresores y oprimidos. Perdida la unidad de la Fe, se produjo indefectiblemente la ruptura de la unidad imperial. No hubo tal régimen de servidumbre. La servidumbre no puede engendrar la Libertad. Nunca la engendró. Este proceso de desintegración es tan peninsular como americano, ya que el doctrinarismo liberal envenenó los criterios y las conciencias allí como aquí. El gabachismo fue fatal para los peninsulares como para los americanos. Hoy, gracias a Dios, ya estamos de vuelta…
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