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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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asentadas en valles altos, a una altura media pasando los 800 metros sobre el nivel<br />

del mar.<br />

Desde los orígenes las estancias se poblaron de hacienda, especialmente<br />

vacuna y caballar. La vida del pueblo gira desde los albores alrededor de una<br />

ganadería con invernadas de altura. Son vacadas guampudas y caballadas de vaso<br />

duro –cuartagos-. Cabras, ovejas, mulares y asnos, completan el cuadro en esa puja<br />

que es la concurrencia del trabajo y la alimentación. El puntano es entonces un<br />

hacendado, un campero serrano. En el casco de la estancia tiene su hogar. Sus<br />

actividades son, por sobre todo, menesteres de ganadería. Sin que ello justifique la<br />

inexistencia del huerto, de la chacra o de la hortaliza, acotados siempre al amor de<br />

algún hilo de agua entre acogedoras serranías. La dignidad de su cultura era rural,<br />

de una autentica ruralidad que jamás fue barbarie…<br />

Cuando Dupuy ocupó su puesto de Tte. de Gobernador, encontró un pueblo<br />

fuerte, todavía bien alimentado, (318) sobrio, sufrido, de una sencillez y de un<br />

desprendimiento que lo conmovieron hondamente. (319) Una población de más de<br />

10.000 criollos respondió a la consigna sanmartiniana, sin por ello deponer sus<br />

aspiraciones localistas, y consumó con virilidad ejemplar los mayores sacrificios.<br />

Concretemos la doble areté de nuestro caso. Físicamente el puntano de<br />

aquella hora era sano, vigoroso y proporcionado; (320) espiritualmente se calificaba por<br />

su sencillez, su desprendimiento, su inteligencia y su valor. Valor probado en el riesgo<br />

de una milicia secular. Testimonios parlantes de ese valor fueron los tigres del monte<br />

y las indiadas del desierto. (321) Dicha armonía espiritual acusaba esa homérica<br />

“conciencia individual libre” (322) que luego fue hispánica, y que con denuedo singular<br />

tipificó el Cid. Y sin duda que esta areté criolla no desmintió la clásica, ya que<br />

cualesquiera de nuestros centauros era tan capaz de un Chancay como de arrear<br />

hacienda cuatropea dispuesto a vender cara su vida, ni más ni menos que Ulises<br />

supuso de Agamenón al interrogarle en el hades. (323)<br />

e. 1 y c. 21, e. 30. G. Ave Lallemant designa la zona de Yulto (Sur de El Morro): “pampas altas”. “Memoria<br />

descriptiva de la Prov. de S. Luis”, S. Luis, 1888, cap. XVII.<br />

318 Entre 1813 y 1819, la arroba de carne (11 y medio Kg.) valía 2 reales. El almud (algo más de 11 Kg.) de<br />

chuchoca –charqui de zapallo-, 2 rs.; el de pasas de higo, 2 rs. Una res podía comprarse entre 3 y 4 pesos (24 ó 32<br />

rs.) Una oveja de vientre se adquiría por 3 rs., una cabra por 2 rs. y un cordero por ½ r. Refiéranse estos precios al<br />

jornal de un peón libre de entonces que giraba alrededor de los 2 rs., y se comprenderá lo que afirmamos. A. H. P.<br />

S. L., c. 16, e. 72; c. 20, e. 1, y c. 22, e. 6. –Pero la idea exacta del régimen económico puntano de aquellos días no<br />

se puede alcanzar mientras no se ha comprendido bien qué fue la economía cerrada, ese bastarse a sí mismo del<br />

hogar, de la estancia de aquella época. Comprendida esa realidad histórico-social, debe relacionársela con el valor<br />

adquisitivo de la moneda de antaño y de la actual. En 1881 la arroba de carne costaba ya 24 rs. Estábamos en<br />

pleno período de prosperidad liberal. Entre 1819 y 1881, el valor adquisitivo de la moneda puede establecerse<br />

mediante esta relación: 1 es a 12 (?)… Cf. G. A. Lallemant, ob. cit., cap. XVII, “Industria”. Todavía en 1820 no se<br />

inicia la despoblación rural; en parte, efecto de la muerte de las industrias lugareñas. Todavía no comienza el<br />

verdadero régimen colonial, que hizo de nuestro pueblo una piltrafa. Esta es, sin duda, la responsabilidad más<br />

grande en que incurrió la oligarquía gobernante.<br />

319 Gez, “Historia…”, t. 1, p. 238.<br />

320 Saá, V., “La psicología…”, cap. “Retrato físico del puntano”. Glosamos particularmente juicios coincidentes<br />

de Sobremonte, Sarmiento, J. Llerena, y J. Molías. En el cap. “Retrato espiritual del puntano”, justificamos su<br />

sencillez, su valor, su bondad y su inteligencia. – Puede consultarse además un trabajo nuestro titulado “El<br />

puntano en el cuadro de los tipos nacionales”, “La Nación”, Bs. As., 1º enero 1936.<br />

321 En 1806 se acordó por el Cabildo la libertad provisional de los ingleses confinados, a fin de que pudieran<br />

trabajar y subvenir a sus necesidades, advirtiéndoles, al mismo tiempo, que: “en caso de sublevarse o tomar las<br />

armas contra la ciudad, serían degollados”. Un ejemplo entre tantos. Gez, “Historia…”, t. 1, p. 89.<br />

322 Cruz, I. Fernando, “La cuestión homérica”, Bs. As., 1939, p. 85.<br />

323 Homero, “La Odisea”, Madrid, 1922, trad. de F. Baráibar y Su márraga, t. 1, p. 286.

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