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SAN LUIS EN LA GESTA SANMARTINIANA.pdf

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Canta en su entraña gaucha el más verdadero homenaje a la patria naciente, y<br />

en un impulso que más parece jovial simpleza, se empeñan en una colecta que a<br />

duras penas alcanza la suma de 1 peso fuerte con 1 real y medio –alrededor de 40<br />

pesos m/n. en 1949-.<br />

Y allá va el minúsculo aporte, va ceñido de argentinísima devoción<br />

insuperable. Porque lo heroico fue sencilla expresión ordinaria en TODOS. En los<br />

pudientes, ofreciendo los bienes y la vida (792) ; en los pobres, cuadrándose ante el<br />

imperativo de la hora con todo su haber: un cuero de cabra, un ijar, o algunas varas<br />

de bayeta; y, en los indigentes, ofreciendo su aliento y sus lágrimas, afianzados con<br />

su desnudez y su hambre… Todo, en suma, a cuenta de los triunfos que se ansiaban<br />

y se descontaban. ¡No en balde la CRUZ encabezaba todavía los oficios y la<br />

correspondencia particular!<br />

Con emoción inexpresable recorrimos con el índice tembloroso las nóminas de<br />

contribuyentes que, mutiladas, aun guarda el Repositorio Local, y ahí, ante un nombre<br />

que nos es muy querido, valorando una contribución modestísima, hemos sentido<br />

toda la hondura de aquella oblación popular que nos dio soberanía.<br />

¿Cómo podían ser vencidos aquellos hombres y aquellas mujeres, si luchando,<br />

como lucharon, contra esclarecidos contendores, no tuvieron otro lenguaje que aquél<br />

que descubre la voluntad mejor dispuesta al sacrificio?<br />

En todos los oficios salta a primera vista esa inquebrantable decisión con<br />

palabras como éstas: “dice que obedece”, “estamos prontos nuestro Tte. Gobor.”. Y<br />

cuando los alcaldes de hermandad dieron puntual lleno a lo que se les requirió con<br />

“precisa ejecución”, todavía encontraron ánimo y tiempo para manifestar que lo<br />

ordenado “correspondía a justicia”… (793) .<br />

¿Qué puede extrañarnos, pues, que Dupuy considerara dicha habitual y<br />

natural actitud como merecedora del reconocimiento de nuestro “virtuoso pueblo”? Y<br />

para el caso, tanto montaba Saladillo como Renca, tanto el primero como el último<br />

poblacho; que el patriotismo, entonces, no reconoció zona o lugar privilegiado o de<br />

excepción, como no fuera para sacrificarse más.<br />

Pongamos ahora nuestra atención en el Cabildo. Escuchemos sus voces<br />

señeras y admonitoras, sin una pizca de engreimiento o vanagloria, sin una palabra<br />

de más, que descubra afectación o jactanciosa presunción. Apuntemos algunos de<br />

sus procedimientos mesurados y ejecutivos.<br />

El Ejército de los Andes va a iniciar su marcha. Es el 9 de enero de 1817. San<br />

Martín ha pedido 2.000 arrobas de charqui –unos 23.000 kilos-. Deben recolectarse<br />

aún un poco más de 300 arrobas que faltan para el lleno. El Cabildo se reúne bajo la<br />

presidencia de Dupuy y acuerda el medio más expeditivo para obtenerlas, resolviendo<br />

que “saliesen <strong>EN</strong> EL ACTO tres comisionados a los parajes más próximos y trajesen<br />

ochenta o noventa cabezas de ganado dando recibo a los dueños para pagarse de<br />

los fondos de la contribución patriótica cuando se presentasen los interesados”. (794)<br />

El 26 de febrero de ese mismo año, con motivo de la celebración de<br />

Chacabuco, y “Considerando, el estado (casi de mendicidad) de este Pueblo, cuyos<br />

virtuosos habitantes han erogado pródigamente sus haberes, a el alto fin de nra.<br />

Regeneración; y juzgando al mismo tiempo un deber el más sagrado dejar para en lo<br />

subcesivo, un monumento auténtico que acredite su gratitud y recuerde spre. la<br />

memoria de nro. libertador”, la corporación resuelve rememorar anualmente la victoria<br />

obtenida “mediante la imponderable energía e infatigables desvelos del valiente Gral.<br />

792 Ibidem, c. 21, e. 30. Of. de D. José Nicacio Becerra a Dupuy, desde Renca, del 15 de sep. 1816.<br />

793 Ibidem, Of. de D. Manuel Moreyra a Dupuy, desde La Punilla, del 13 de sep. 1816.<br />

794 Ibidem, c. 19, e. 55, f. 13.

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