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328 ROMANCERO ASTURIANO.<br />

vierten á Jesús en un hechicero, y sus milagros, inútiles y<br />

pueriles casi siempre, no se distinguen de vulgares encantamientos.<br />

Tales son las fuentes donde bebieron su inspiración los<br />

Noel y los romances sagrados.<br />

LXIV y LXV.—La Komera.—No conocemos fuera de<br />

la tradición asuriana romance alguno que se parezca, ni remotamente,<br />

al que ponemos esta acotación.<br />

La dulce é imponente soledad de esos bosques donde el<br />

vago rumor de los árboles toma proporciones gigantescas,<br />

y donde la luz, que penetra débilmente entre el tupido ramaje,<br />

parece estar impregnada de un tinte fantástico, exalta<br />

la imaginación del que los mira y le hace ver por donde<br />

quiera seres desconocidos y sobrenaturales: el mundo pagano<br />

los pobló de, mitos; el pueblo cristiano vio en ellos<br />

angeles y santos. Y cuenta con que no negamos nosotros<br />

las apariciones celestes cuando la Iglesia después de información<br />

severa, como ella hace en estos casos, consagra con<br />

su veredicto la verdad de tales hechos; porque no negamos<br />

ni la omnipotencia de Dios ni la autoridad concedida á la<br />

Iglesia por Jesucristo.<br />

LXVI.—El alma en pena.—Es una preciosa leyenda<br />

nacida, sin duda, en tiempos en que la te llevaba tantos peregrinos<br />

á Santiago de Galicia. Hay tal propiedad en el relato<br />

y tan bizarras descripciones, que su lectura hace entre<br />

ver los arcanos de la muerte y se percibe en el espíritu una<br />

impresión parecida al frió del sepulcro.<br />

Algún punto de contacto con este romancillo tiene la<br />

leyenda de Santa Buena, virgen de Pisa', que peregrinando<br />

á Santiago, acompañada por muchos fieles llegó al borde de<br />

un rio cuyo puente estaba arruinado. Aparecióse Cristo á<br />

la santa y le dijo: Levanta los brazos al cielo y pasa. Y como<br />

ella comenzara á marchar sobre los desvencijados pontones,<br />

gritaron los demás romeros; Detente, porque te sumergirás.<br />

Al mismo tiempo, una pléyade de santos descendió entre<br />

ráfagas de luz; ellos abrieron como un camino por el torrente<br />

y la santa llegó por él á la opuesta margen. Ya del<br />

otro lado, Cristo le dijo: Llama á tus compañeros; que ninguno<br />

perecerá, si tienes las manos elevadas al cielo mientras<br />

pasa».<br />

Ozanam, Ouvres completes, tora. VII, pag. 16—París 1855.

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