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58 ROMANCERO ASTURIANO.<br />

En su virtud; aun pasando los romances de siglo en<br />

siglo por tantas vicisitudes y alteraciones como hemos<br />

apuntado, permanece en ellos un algo común á los demás<br />

de su progenie, y no solo en el fondo, en el objeto<br />

de su inspiración, sino también en la forma ocasionada<br />

de suyo á más sustanciales modificaciones, como las<br />

impuestas por la veleidad del gusto.<br />

Ese molde del pensamiento que subsistió en las<br />

creaciones populares, es el que podemos llamar muy<br />

propiamente forma romancesca, bella siempre á pesar<br />

de sus asperezas y de sus imperfecciones.<br />

Podemos decir de los romances lo que Heine del<br />

Poema Nibelungen: "son una obra nacional construida<br />

con piedras colosales toscamente talladas y entre cuyos<br />

intersticios crecieron hermosas y delicadas flores.»<br />

El pueblo crea los personajes de sus leyendas y los<br />

pinta y define más que por su aspecto exterior por los<br />

rasgos psicológicos y el modo de ser su alma: les da vida<br />

real, habla por boca de ellos, y de sus palabras se deduce<br />

quiénes son.<br />

Con el diálogo, y bastándole á veces el monólogo,<br />

desarrolla el asunto casi siempre dramático. No gasta<br />

fútil palabrería en vanos preámbulos: empieza el relato<br />

allí donde mejor conviene á la acción, y corta ésta<br />

cuando deja de ser interesante. Por manera que al leer<br />

muchos de los romances parece cual si oyéramos, sin<br />

ver á los interlocutores, frases de una conversación por<br />

las que venimos en conocimiento del rango, situación<br />

y hasta catadura de los que las dicen, dándonos al cabo<br />

cuenta exacta de lo acaecido entre ellos; pues de advertir<br />

es que aun en los diálogos sostenidos por los héroes<br />

de sus tradiciones, no da el pueblo á conocer más que<br />

lo únicamente digno de tomar en consideración.<br />

Y el no decirlo todo y dejar que adivine bastante<br />

parte el leyente, acusa un innato sentimiento estético<br />

de primer orden. Cuando no se deja nada por esclarecer,<br />

y se describe al por menor, por ejemplo, un paisaje,<br />

un episodio, una escena, no echando en olvido ni<br />

los nimios detalles y circunstancias, la imaginación del<br />

que oye ó lee cíñese á lo dicho por el narrador y no se<br />

aparta de allí; podrá encontrar bello el relato por serlo<br />

este de suyo, pero no en tan alto grado como si de una

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