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40 ROMANCERO ASTURIANO.<br />

que nos guía en este trabajo, dedicaríamos algunas líneas<br />

más á poner las cosas en su punto.<br />

La mujer mahometana, constituida en una especie<br />

de servidumbre por las instituciones religiosas en orden,<br />

á la familia, redímese en ocasiones á sí propia valiéndose,<br />

como poderoso medio, del amor que la eleva al<br />

rango de señora absoluta, dueña hasta de la vida de<br />

sus ciegos enamorados, la cual sacrifica á veces á un<br />

mero capricho, á una nonada.<br />

Antar, en el poema de este nombre, por satisfacer<br />

femeniles antojos de Abla, su hermosa prometida, se<br />

encamina al desierto á luchar con los leones para presentar<br />

su carne en el festín de boda; y llega á las tiendas<br />

de Caled Eben-Moareb ambicionando darle muerte<br />

y conseguir así que su mujer, la incomparable Ida, sacie<br />

el desmedido orgullo de Abla, llevando del cabestro<br />

su hacanea que, adornada con la cabeza de Caled, ha<br />

de montar cuando lleguen los anhelados desposorios 1 .<br />

Este delirio de galantería influyó á su vez en nuestras<br />

costumbres caballerescas y se reflejó con vivos colores<br />

en la literatura por ellas alimentada.<br />

El célebre caballero Ulrico de Lichtenstéin fue herido<br />

en un dedo de la mano con que empuñaba el lanzon<br />

en el torneo dispuesto en honor de su dama; y como<br />

ella mostrase no creer lo sucedido, cortóse Ulrico el<br />

dedo y se lo envió por un paje. Suero de Quiñones rompe<br />

trescientas lanzas en el puente de Orbigo por aplacar<br />

los desdenes de la señora cuyo él era, pues habia<br />

prometido que hasta tanto no quitaría la férrea argolla<br />

que traia rodeada al cuello.<br />

Amadis de G-aula hizo penitencias duras en las selvas<br />

y en la Peña Pobre por celos de su bien amada<br />

Oriana.<br />

La infanta Sevilla pedia al moro Calaynos, como<br />

prueba de valor para casar con ella, las cabezas de tres<br />

de los doce Pares: Roldan, Oliveros y Reinaldos. La<br />

enamorada de Lanzarote exigió también á éste en arras<br />

de boda un ciervo de pié blanco que, por virtud de encantamento,<br />

daba la muerte á cuantos veía. Y en el romance<br />

que comienza<br />

i véanse los fragmentos del Antar en Lamartine.—Viaje á Oriente.

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