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pero, después de tal victoria, tuvo que volverse, por la flojedad de<br />

su almirante y la insubordinación de la marinería, asustada de la<br />

gran mortandad que empezaba a causar en ella la peste. Una vez<br />

más fracasaba el Papado en su guerra contra los turcos.<br />

Continuó Sixto IV hasta su muerte sustituyendo los cardenales<br />

que fallecían con otros, en su mayor parte de vida mundana y<br />

pocos años. Mientras tanto, sus numerosos sobrinos, todos<br />

príncipes de la Iglesia, eclesiásticos o laicos, se dedicaban a<br />

deplorables operaciones, concediendo por dinero las cosas más<br />

santas. Hasta el mismo Papa era acusado, sin prueba alguna, de<br />

dedicarse al acaparamiento de cereales para venderlos más caros<br />

al pueblo.<br />

Al morir Sixto IV, en agosto de 1484 el vecindario romano se<br />

entregaba a mayores excesos que al finalizar los Papados<br />

anteriores. Odiaba ahora a los genoveses escandalosamente<br />

protegidos por el Papa difunto. La muchedumbre asaltó el palacio<br />

de su sobrino Jerónimo Riario, saqueándolo de tal modo que sólo<br />

quedaron las paredes. Hasta los árboles de su jardín<br />

desaparecieron. Todo lo que en Roma pertenecía a genoveses fue<br />

robado o destruido: numerosos almacenes de cereales, dos barcos<br />

cargados que estaban en el Tíber, muchas tiendas de <strong>com</strong>estibles.<br />

Este trastorno general iba a provocar, una vez más, la guerra<br />

civil entre Colonnas y Orsinis. Los vecinos se ocultaban en sus<br />

casas. Los palacios de los cardenales aparecían transformados en<br />

fortalezas. Especialmente Juliano de la Rovere y Rodrigo de<br />

Borja habían guarnecido sus elegantes viviendas con tropas de<br />

mercenarios a sueldo, levantando, además, bastiones de tierra<br />

ante las puertas, con abundante artillería. Toda la gente belicosa<br />

de la, ciudad estaba en armas, dispuesta a la batalla.<br />

Finalmente, las gestiones de los cardenales más viejos<br />

lograban establecer cierta calma, y se reunía el conclave para,<br />

elegir el nuevo Pontífice.<br />

Borja y Rovere iban a luchar frente a frente en esta elección;<br />

pero <strong>com</strong>o ambos eran astutos y veían sin engaños la realidad, se<br />

dieron cuenta de que aún no había llegado su hora.<br />

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