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preciosa reliquia: la lanza con que Longinos había abierto el<br />

pecho de Cristo clavado en la cruz. El musulmán Bayaceto<br />

garantizaba la autenticidad de dicha reliquia.<br />

Los cardenales más afectos al Papa, presididos por Juliano de<br />

la Rovere, salieron lejos de Roma para recibir a los mensajeros<br />

turcos, incautándose de la Santa Lanza. Inocencio VIII próximo<br />

ya a la muerte, abandonó el lecho para presidir dicha solemnidad.<br />

El arma bendita fue llevada en procesión a través de Roma hasta<br />

las habitaciones particulares del Pontífice.<br />

Al verse Rodrigo de Borja suplantado por Rovere, que<br />

ocupaba en la ceremonia el sitio más honorífico después del<br />

Papa, quiso abrumar a dicho rival con su riqueza y su gallardía, y<br />

asistió al recibimiento de la Santa Lanza, vestido lujosamente a la<br />

española, montando un brioso corcel, que manejaba con su<br />

habilidad de consumado jinete, la espada al costado, y en la<br />

cabeza, una gorra con adornos de perlas, rematada por airoso<br />

penacho.<br />

Dicha procesión fue el último acto público de Inocencio VIII.<br />

De junio a julio estuvo entre la vida y la muerte, y la certeza de<br />

su próximo fin agravó la falta de seguridad en Roma.<br />

No pasaba un solo día sin asesinatos. Las turbas vivían<br />

olvidadas / de tonas las imposiciones del orden. El médico del<br />

Papa, que era judío, hizo degollar a tres niños de diez años—<br />

según contaban las crónicas de entonces—, llevando al enfermo<br />

la sangre de ellos para que la bebiese, único medicamento capaz<br />

de reanimar su vigor. Este remedio monstruoso no era raro en la<br />

Medicina de aquella época, siempre predispuesta a emplear la<br />

sangre humana para fines terapéuticos.<br />

Se negó Inocencio a admitir el terrible brebaje, y en sus<br />

últimos días aún tuvo fuerzas para llamar a los cardenales en<br />

torno a su lecho, exhortándolos a la concordia, pidiendo que<br />

eligiesen un Pontífice mejor que él.<br />

El 25 de julio de 1492, en las primeras horas de la noche,<br />

moría Inocencio VIII. Sus actos más notables habían sido dar<br />

ayuda a los Reyes Católicos en la expulsión de los judíos de<br />

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