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mantenido hasta entonces simple diácono, tuvo que recibir la<br />

orden sacerdotal para posesionarse del obispado de Albano.<br />

—Después de ser sacerdote continuó su vida irregular<br />

teniendo nuevos hijos. La mujer que le dio mayor descendencia y<br />

vivió más tiempo con él fue Juana de Catanzi o Catanel, una<br />

romana apodada la Vannoza, de la que no ha quedado ningún<br />

retrato; pero la opinión general la supone grande, de hermosura<br />

rozagante, con carnes pomposas y frescas <strong>com</strong>o todas las mujeres<br />

del Transtevere, una especie de Juno popular. Fue la amante de<br />

iodo reposo para Rodrigo de Borja, que además no era tornadizo<br />

y predispuesto a cambiar de mujer, dando a sus relaciones ilícitas<br />

una tranquilidad familiar. Tal vez esta tendencia al concubina je<br />

permanente y sólido le libró de la más terrible enfermedad de la<br />

época, que hacía entonces estragos horribles, y de la que no se<br />

libraron cardenales ni papas. Su enemigo Royere, menos franco<br />

en sus amoríos y también menos consecuente, aficionado a pasar<br />

de una mujer a otra sin ligarse con ninguna, fue víctima de una<br />

sífilis, y se agravó su dolencia de tal modo, que en una ceremonia<br />

de Viernes Santo le fue imposible descalzarse por no mostrar las<br />

llagas que el vergonzoso mal había abierto en sus pies.<br />

La Vannoza daba cuatro hijos al cardenal Borja: Juan, que fue<br />

segundo duque de Gandía, César, Lucrecia y Jofre. Poseía en<br />

Roma una casa cerca del palacio de su amante, y por tres veces se<br />

casó con italianos fine aceptaron una posición tan deshonrosa a<br />

cambio de los buenos empleos proporcionados por el cardenal.<br />

Cuando Borja llegó a Papa ya hacía tiempo que la Vannoza<br />

había dejado de ser su amante, pasando a la tranquila situación de<br />

madre de sus hijos. Esa mujer moría devotamente en Roma a los<br />

setenta y seis años mucho después de la desaparición de los<br />

Borgias. Todas las gentes del barrio la tenían en altísimo<br />

concepto porque costeaba grandes funciones religiosas en la<br />

iglesia de Santa María del Popolo, y se había hecho construir en<br />

ella una tumba cuyo epitafio latino mencionaba a sus cuatro hijos<br />

con una vanidad de plebeya triunfante: Juan, duque de Gandía;<br />

César, duque del Valentinado; Jofre, príncipe de Esquilache;<br />

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