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meses antes, fiel hasta la muerte por la seducción natural que<br />

ejercía el duque sobre todos sus allegados, se prestaba a ser el<br />

primero en descender por la cuerda, y al llegar a su extremo caía,<br />

rompiéndose las piernas. Allí quedaba sin poder moverse, hasta<br />

que salían las gentes de la fortaleza, matándolo.<br />

Dejábase deslizar César a continuación. Llevaba manos y<br />

brazos envueltos en trapos; pero tan largo era el descenso, que<br />

estas envolturas se desgastaban, cortando la cuerda sus carnes.<br />

Luego quedaba indeciso al final de aquélla, viendo debajo de él a<br />

su criado con las piernas rotas.<br />

La alarma dada por los centinelas ponía término a su<br />

incertidumbre, El alcaide, desde lo alto de la torre, cortaba la<br />

cuerda para que se matase y César caía lo mismo que su<br />

doméstico. A pesar de su magullamiento, atravesaba a nado el<br />

foso de agua fría, subiendo a gatas la escarpa opuesta. Allí le<br />

esperaban tres ballesteros del conde de Benavente, e izándolo en<br />

un caballo, lo llevaban a todo galope a Villalón, lugar tuerte del<br />

que era señor el citado procer.<br />

Un mes necesitó en este nuevo encierro para restablecer sus<br />

fuerzas. Su evasión la había efectuado el 25 de octubre de 1506, y<br />

cuando a fines de noviembre pudo salir oculto de Villalón,<br />

todavía llevaba los antebrazos y las manos envueltos en vendajes.<br />

Con dos hombres conocedores del país y fingiéndose los tres<br />

mercaderes que iban de feria en feria, se dirigieron a Santander,<br />

embarcándose allí para Laredo y Bermeo. Luego reanudaron su<br />

viaje terrestre por Bilbao, Durango, Mondragón y Vergara,<br />

llegando finalmente a Pamplona el 3 de diciembre.<br />

Resulta, admirable una vez más, en este viaje peligroso, la<br />

energía de César Borgia. Todas las autoridades estaban avisadas<br />

de su fuga. Sumas cuantiosas eran ofrecidas al que lo<br />

descubriese. Los tres mercaderes se vieron detenidos por los<br />

alcaides de dos poblaciones; pero con tanta serenidad y habilidad<br />

contestaba el que parecía más importante de aquéllos, que<br />

inmediatamente los soltaron.<br />

El detalle más triste de esta fuga novelesca fue la<br />

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