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vivía en Nápoles al lado del rey Alfonso, había dicho a éste<br />

repetidas veces que prestase homenaje al Papa de entonces, <strong>com</strong>o<br />

feudatario de la Iglesia.<br />

Seguía Calixto III en malas relaciones con su antiguo señor,<br />

cuando en el verano de 1458 se declaró la peste en Roma, con tal<br />

violencia, que todos los personajes de la Corte pontificia huyeron<br />

de la ciudad, menos el viejo Papa. Este se mantuvo en el<br />

Vaticano, por reclamar en aquel momento su atención la grave<br />

enfermedad de su adversario el rey Alfonso, quien murió<br />

finalmente en Nápoles el 27 de junio.<br />

Como no tenía hijos legítimos, el reino de Aragón y la isla de<br />

Sicilia los dejó a su hermano, don Juan II, padre de Fernando el<br />

Católico. El reino de Nápoles, que él consideraba propiedad<br />

individual, por haberlo conquistado con su espada, lo cedió a su<br />

hijo ilegitimo Fernando, nacido en Valencia, disposición que<br />

indignó al Papa.<br />

En sus tiempos de secretario de Alfonso V había mirado<br />

siempre con menosprecio a este bastardo, y le era imposible<br />

admitirlo <strong>com</strong>o rey. Un caballero de Valencia, avecindado en la<br />

calle de la Bolsería, se cuidó de educar al pequeño Fernando, al<br />

que luego sus súbditos italianos llamaron Ferrante, siendo el<br />

fundador de la dinastía de Aragón en Nápoles. Su madre, dama<br />

valenciana sin importancia apenas había dejado recuerdos.<br />

Calixto III, con su autoridad de gran jurisconsulto, declaraba<br />

el reino de Nápoles perteneciente a la iglesia, no pudiendo ceñirse<br />

nadie su corona sin la aprobación papal. Por esto se indignó al<br />

saber que el bastardo, apenas muerto su padre, montaba a caballo<br />

con vestiduras reales, cabalgando por las calles de Nápoles entre<br />

la muchedumbre, que gritaba: « ¡Viva el rey don Ferrante!»<br />

Prefería el viejo Pontífice entregar dicha corona al partido<br />

francés, que venía disputándola hacía siglos, representado por el<br />

duque Renato de Anjou y su hijo Juan.<br />

—El yugo se ha roto y al fin quedamos libres—dijo al recibir<br />

la noticia de la muerte de Alfonso.<br />

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