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cambio dé sus votos, el cargo de Vicecanciller, su propio palacio<br />

con todos los - muebles y riquezas que tanto admiraba Sforza, y<br />

además del castillo de Nepi, el obispado de Erlau, que daba una<br />

renta de diez mil ducados, y otros beneficios.<br />

Las fuertes e importantes ciudades de Monticelli y Soriano,<br />

que eran suyas, las cedió al cardenal Orsini con la legación de la<br />

Marca y el obispado de Cartagena. Al cardenal Colonna, la<br />

abadía de Subiaco con todos los lugares fuertes que la rodeaban;<br />

al cardenal Savelli, Civita-Castellana y el obispado de Mallorca;<br />

a Palavicini, el obispado de Pamplona, que era de su hijo César;<br />

al cardenal Michiel, el obispado de Porto, y a los cardenales<br />

Sclafenati. San Severo y Riaro, otras ricas abadías y valiosos<br />

beneficios. Hasta el cardenal Domenico de la Rovere abandonó a<br />

su pariente Juliano porque Borgia le ofrecía mayores<br />

re<strong>com</strong>pensas. Además, los cardenales aseglarados esperaban bajo<br />

su gobierno una existencia más grata aún que la que, habían<br />

llevado hasta entonces. Con los votos que Borgia consideraba<br />

propios y los del partido de Sforza, llegó a reunir catorce. Le<br />

faltaba uno para obtener la mayoría de los dos tercios, pero<br />

resultaba difícil conseguirlo. Ninguno de los del bando de Juliano<br />

quería ceder, conociendo la rivalidad implacable entre su jefe y<br />

Rodrigo. Sólo quedaba el anciano cardenal Gerardo, de noventa y<br />

cinco años casi irresponsable, al que pretendían ganar uno y otro<br />

bando; pero el insinuante Borgia y el hábil Sforza consiguieron al<br />

fin conquistar a este macrobio, y su voto fui decisivo en favor del<br />

cardenal de Valencia.<br />

En la madrugada del 11 de agosto se abrió la ventana del<br />

conclave para anunciar que el Vicecanciller Rodrigo de Borja<br />

había sido elegido Papa y tomaba el nombre de Alejandro VI tal<br />

noticia fue acogida con estupor en el primer momento. Muy<br />

pocos habían creído en la posibilidad de que triunfase. Era un<br />

extranjero, un español, y todos temían que surgiese un nuevo<br />

cisma si conseguía la tiara un cardenal no italiano.<br />

Aquí pudo verse el prestigio simpático que Borgia había<br />

adquirido en Roma y el concepto en que le tenían las diversas<br />

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