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A LOS PIES DE VENUS * (LOS BORGIAS)
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I LAS DICHAS Y CONTRARIEDADES DEL C
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Luego volvieron a Francia, como si
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Su pasión le hacía olvidar una ve
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las mesas de juego de Montecarlo; m
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sentimientos. Algunas veces creyó
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El amigo de madame Pineda se daba c
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es romper un vaso de perfume para q
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Ahora iba solo y contando con un ap
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II DONDE EL CANÓNIGO PIQUERAS CUEN
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Basta su casa habían llegado los e
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doraba tejados y muros, sin atrever
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cierta inquietud. La conversación
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—Cuando seas hombre comprenderás
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y la lluvia y el granizo penetraban
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librepensadores del siglo xvii, pre
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mantener relaciones carnales con va
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fanatismo clásico, al amor homosex
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igualmente aficionados a carnalidad
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podían importarle los Borgias?...
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Dentro de los salones del Casino se
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de situación al transcurrir el tie
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al acordarse de que eran patria de
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Algunas veces hablaba melancólicam
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querido, a pesar de sus virtudes, p
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Para el populacho de Roma, la elecc
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Todo el dinero de la Iglesia lo iba
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que debían ondear en las arboladur
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que defendían a Belgrado. Luego, r
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traicionarlo y robado descaradament
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Rodrigo de Borja, y nada decían de
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Según costumbre de la época su t
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casarse con una Colonna, lo que le
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vivía en Nápoles al lado del rey
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vías públicas. La agonía del Pon
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negaron a ir más lejos, no querien
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V DIOSA, TE AMO... DÉJAME PARTIR A
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No podía quejarse de Rosaura, "un
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El deleite de los sentidos no le ba
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las mujeres que se fían de ella, u
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más famosos; una de tus miradas ha
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que continúe tu grato deslizamient
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ecordado. —No te excuses; es Inú
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felicidad..., así sea. Créeme...,
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los siglos xv ó xvi, su época fav
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octogenario e incansable cruzado, y
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trabaje de veras estos recuerdos se
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título de mayólicas. Los azulejer
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A pesar de que Claudio se juró a s
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en Roma. Casi todos los representan
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correr su pensamiento a través del
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imponerle respeto, pareció exacerb
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en la antesala su sombrero y su gab
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quedando desnudo el tercio inferior
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después que el rey de Francia huí
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estaba lejos de imaginarse que ya n
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Había llegado el momento de recobr
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los Borgias. Recordó Claudio que e
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Los Borgias asesinos y envenenadore
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ducados de Benevento, Terracina y P
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arca, y despertado por el frío noc
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desaliento, mostrando una humildad
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circunstancias, la más verosímil
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los enemigos que perdonarlos. Sabie
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II DEL TERRIBLE DON MIGÜELITO Y DE
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El Pontítice acabó por aceptar di
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su naturaleza», y establecía la p
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joven débil en apariencia y de ele
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la vida. Le acompañaba una tarde R
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Vivía rodeado de españoles, el ca
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llamaba judío, marrano o circuncis
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independiente que podía resultar c
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—Son los dos bellacos más grande
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detentaban las posesiones de la San
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consecuencias de tal viaje. Claudio
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tropa española, núcleo, durante t
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los Malatestas de Rimini, el Juan S
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Riario cometía tales atrocidades,
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ambición de familia, «pero no res
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la muchedumbre entusiástica. Mient
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ellos, el capitán Fernández de Ov
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Michelotto, había descubierto las
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Borgias, huía despavorido de Pésa
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trabajos públicos. Miguel Ángel p
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gracias a la intervención de Césa
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Figuraba en su corte ambulante un c
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duque de las Romanas entendíanse s
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condiciones naturales; pero traslad
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Después de este golpe certero pudo
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IV DE LA CONVERSACIÓN QUE SOSTUVO
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Atribuían los amigos de Claudio a
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de bailarín, busca casarse con esa
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y casi desnudas proyectándose sobr
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dejase partir. Tornaba como un pord
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Se apresuró Rosaura a interrumpirl
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pequeño cartón, no lo habría cre
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muchas veces. Todas las mujares de
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pequeño sobre. Claudio lo mantuvo
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el suelo, levantando un guijarro qu
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hipocresías. Entre tanto, Enciso i
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nunca.» En julio de 1503 únicamen
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de su crisis mortal, y que únicame
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—El difunto era vigoroso y abulta
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del duque imponía respeto a sus en
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ella Julia Parnesio. César mostrab
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estrella. Al perder el apoyo de tre
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tendido en su lecho, rodeado de ami
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la entrega de las Romanas, el Papa
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escuchado los ecos de sus grandezas
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meses antes, fiel hasta la muerte p
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Dichas operaciones nocturnas ocasio
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Inquisición española y de Fernand
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de sus parientes que conozco. En re
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que le hablaban de otra mujer, dist
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Roma no sé adonde. Verdaderamente
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aquí. Les harás una visita conmig
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españoles de entonces, que fue do
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los papas; mas, sin incurrir en pec
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¡Como si no existiesen enfermedade
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—Y para los que no pertenecen a n