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tenía un hijo cerca de él, Pranceschetto Civo, deseoso de<br />

aprovechar la buena fortuna paternal para reunir dinero y<br />

entregarse a toda clase de desenfrenos. Como era<br />

extremadamente jugador y poco favorecido, por la suerte,<br />

intervenía en toda clase de negocios a cambio de valiosas<br />

<strong>com</strong>isiones. Mientras tanto, Inocencio VIII parecía preocuparse<br />

de la organización de una cruzada, lo mismo que sus antecesores<br />

pero sin éxito alguno. Su única victoria fue traer a Roma al<br />

príncipe turco Djem o Hixem, <strong>com</strong>o decían los españoles. A la<br />

muerte del gran Mohamed, dos de sus hijos se habían disputado<br />

la corona imperial. Era Bayaceto quien sucedía al victorioso<br />

padre, y su hermano menor, Djem, que contaba con muchos<br />

partidarios, tenía que huir de Constantinopla, en 1482, para que<br />

aquél no lo suprimiese, buscando refugio entre los caballeros de<br />

San Juan, que ocupaban la isla de Rodas. El Gran Maestre de<br />

dicha orden veía en Djem un poderoso medio para tener en jaque<br />

a Bayaceto, y ajustaba, finalmente, con éste, un tratado, en virtud<br />

del cual los llamados caballeros de Rodas guardarían en custodia<br />

al pretendiente Djem, a condición de que el emperador turco no<br />

atacase su isla, pagando, además, con pretexto de la manutención<br />

de su hermano, un tributo anual de cuarenta y cinco mil ducados.<br />

Djem era enviado a unas tierras que los sanjuanistas poseían<br />

en Auvernia, y desde entonces los reyes de Francia, de Nápoles y<br />

de Hungría, la República de Venecia y el Papa—todos los que<br />

deseaban ser temidos de Bayaceto para que los dejasen en paz—<br />

pretendieron tener bajo su custodia al Gran Turco, pues así<br />

llamaban al príncipe Djem.<br />

Inocencio VIII pudo más que sus contendientes, dando el<br />

capelo cardenalicio al Gran Maestre de Rodas, así <strong>com</strong>o muchos<br />

privilegios y libertades a la mencionada Orden, y el príncipe<br />

turco pasó a vivir en Roma con una guardia, para su propia<br />

seguridad, de caballeros sanjuanistas. Además <strong>com</strong>o Djem iba a<br />

ser huésped del Papa, éste cobraría en adelante los cuarenta y<br />

cinco mil ducados anuales que entregaba el sultán.<br />

Roma entera se puso en movimiento para recibirlo. Tal era el<br />

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