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espadachines reclutados en los suburbios de Roma.<br />

También en la hueste italiana los, hombres eran de una<br />

existencia no menos aventurera. Los había ignorantes y brutales,<br />

verdaderas bestias de <strong>com</strong>bate; otros, cultos, de gustos artísticos,<br />

llevados a la guerra por violencias de su carácter o aventuras de<br />

su historia azarosa. Todos los escritores capaces de manejar una<br />

espada, estudiantes de Humanidades aburridos de su vida<br />

sedentaria, pintores o escultores que habían descalabrado a un<br />

<strong>com</strong>pañero en sus peleas de taller y andaban huyendo de la<br />

Justicia, se acogían a las banderas del Valentino. Uno de estos<br />

soldados se llamaba el Torriglano, y era el mismo escultor feroz y<br />

brutal que, discutiendo con su condiscípulo Miguel Ángel en la<br />

iglesia del Carmine de Florencia, lugar de su escuela, le aplastaba<br />

la nariz de un tremendo puñetazo, dejando para siempre afeado su<br />

rostro con esta desfiguración.<br />

El ejército de César constaba solamente de unos diez mil<br />

hombres, pero con abundante artillería. Había observado en<br />

silencio el modo de hacer la guerra usado por Gonzalo de<br />

Córdoba cuando guiaba al duque de Gandía, aprovechando sus<br />

lecciones indirectas y perfeccionándolas. La Infantería y la<br />

Artillería eran sus verdaderas armas. Los peones marchaban bajo<br />

sus órdenes, desembarazados de impedimenta, con gran<br />

movilidad. En aquel tiempo de Caballería pesada, de jinetes<br />

cubiertos de hierro, de marchas lentas y reposos que duraban años<br />

ante las plazas sitiadas, César Borgia fue de un lado a otro,<br />

buscando a sus enemigos, con cierta celeridad pasmosa.<br />

Recordaba Claudio cómo algunos autores franceses habían<br />

<strong>com</strong>parado la rapidez de movimientos del joven conquistador<br />

papal con las campañas que debía realizar sobre el mismo suelo<br />

de Italia, tres siglos después, otro caudillo de sus mismos años<br />

llamado Bonaparte.<br />

Empezó su guerra atacando a los señores que detentaban los<br />

feudos de la Iglesia al otro lado de los Apeninos, sobre la<br />

vertiente del Adriático, en las llamadas Romanas y la Marca de<br />

Ancona; los Manfredis de Faenza, los Riarios de Imola y de Forli,<br />

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