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plazo, tornaban a juntarse, con Ilusiones y entusiasmos nupciales.<br />

¿Por qué no hacer lo mismo Rosaura y él?...<br />

Le parecían organizados los placeres casi lo mismo que en los<br />

tiempos prehistóricos, faltos de una dirección racional y<br />

previsora, admitiendo todos los humanos <strong>com</strong>o dogma<br />

indiscutible la fijeza eterna de las pasiones verdaderas ; y<br />

precisamente si éstas alegran nuestra vida es porque se renuevan,<br />

gracias al deseo de nuevos cambios que nos a<strong>com</strong>pañan hasta la<br />

muerte.<br />

Al sentirse sacudido Borja en su interior por el paso de este<br />

varón bondadoso, que nunca llegaría a sospechar el gran trastorno<br />

ocasionado con su presencia, le asaltaron las mismas Inquietudes<br />

vagarosas de su juventud.<br />

Era de la raza de los eternos inquietos. Recordaba a Fausto<br />

yendo, anhelante, del deseo a la satisfacción del placer, y cuando<br />

estaba harto de placer, languidecía nuevamente, intentando tornar<br />

al deseo. Así también Tannhauser con el que le <strong>com</strong>paraba la<br />

bella Rosaura en sus horas de intimidad.<br />

Se reconocía un hambriento Insaciable de todo lo inédito que<br />

guarda nuestra existencia. En sus avances marchaba entre<br />

titubeos y dudas, tentado por diversas cosas a la vez. Todo lo que<br />

el Destino dio en herencia a los hombres intentaba atesorarlo en<br />

su persona. Creía haber conocido últimamente cuantas alegrías<br />

sensuales se pueden gustar, mas esto no bastaba a su alma<br />

inquieta. Su naturaleza exigía otra cosa, el cambio incesante, ver<br />

paisajes renovados en cada excursión sentimental, nuevos rostros,<br />

ir al encuentro de la felicidad desconocida o de placeres ya<br />

olvidados que tornaban a presentarse.<br />

Borja se <strong>com</strong>paró otra vez con su héroe favorito. Era el poeta<br />

Tannhauser soñoliento a los pies de Venus, separando la cabeza<br />

de sus divinas rodillas, sordo a los cantos de las sirenas y<br />

amorcillos, extasiado por el lejanísimo son de la campana<br />

cristiana oída en su adolescencia. Resumía en su persona la eterna<br />

Inquietud del hombre que sólo puede reposar en el regazo de la<br />

muerte.<br />

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