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octogenario, el cardenal Piccolominl, sobrino de Pío II, el cual<br />

tenía varios hijos, <strong>com</strong>o la mayor parte de los príncipes<br />

eclesiásticos de entonces.<br />

Tomó el mismo nombre de su tío el Papa escritor, llamándose<br />

Pío III, e inmediatamente confirmó a César Borgia en sus títulos<br />

de gonfaloniero de la Iglesia y duque de las Romanas. Este<br />

hombre, terrible con sus adversarlos, era capaz de los más<br />

audaces sacrificios para los que se mantenían fieles a él. Pío III,<br />

aparte de que la familia Piccolomini había sido siempre amiga de<br />

los Borgias, mostraba un amor paternal por César Lo conocía<br />

desde niño y no podía olvidar cómo le salvó la vida en cierta<br />

ocasión, <strong>com</strong>batiendo a sus enemigos personales.<br />

Por desgracia para el duque de las Romanas, el nuevo Papa<br />

era tan viejo y estaba tan débil, que ni había podido asistir al<br />

conclave.<br />

Volvió a Roma el gonfaloniero, enviando jefes de su<br />

confianza a todos los dominios de la Santa Sede conquistados por<br />

él, para tenerlos más seguros. Los enemigos de los Borgias<br />

fingían obediencia a Pío III, traicionando al mismo tiempo a su<br />

capitán general. Venecia apoyaba en secreto a los feudatarios<br />

desposeídos. Florencia enviaba una vez más a Maquiavelo cerca<br />

de este enemigo temible, con el encargo de procurar su muerte si<br />

lo creía oportuno.<br />

Fernando el Católico le asestó el golpe de gracia. Siempre<br />

había visto con recelo y antipatía a este joven formado en su<br />

misma escuela Era el odio del maestro viejo al discípulo audaz e<br />

insolente. Gonzalo de Córdoba, obedeciendo a su rey, dio desde<br />

Nápoles la orden de incorporarse a sus banderas a todos los<br />

españoles al servicio de César Borgia. Don Hugo de Moncada y<br />

sus mejores capitanes tuvieron que abandonarlo, precisamente en<br />

el momento que más se estrechaba en torno a su persona el cerco<br />

de sus enemigos.<br />

Don Miguelito y la tropa mandada directamente por él fueron<br />

los únicos en desobedecer dicha orden, quedándose al lado del<br />

Valentino por lo mismo que empezaba a oscurecerse su buena<br />

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