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la muchedumbre entusiástica. Mientras ésta se regocijaba día y<br />

noche en mascaradas y bailes, el héroe permanecía al margen de<br />

tales diversiones, oculto en su alojamiento del Vaticano, entre<br />

caudillos, prelados, escritores y pintores, hablando con ellos de<br />

poesía, de historia o artes plásticas. Empezó a llevar la existencia<br />

anormal de sus últimos años, que lo rodeaba de misterio, dando<br />

cierta veracidad ficticia a las calumnias de sus enemigos. Gustaba<br />

de no ser visto nunca por las gentes que hablaban de él en todo<br />

momento. Vivía de noche, dando audiencia en las horas de la<br />

madrugada. Si salía por la ciudad, era con antifaz y vestido de<br />

negro, para que nadie lo reconociese.<br />

«Particularidad inexplicable—se decía Claudio—. Este<br />

hombre tan rápido en sus operaciones de guerra, tan amigo del<br />

esfuerzo físico, que consideraba un placer la lucha a brazo partido<br />

con sus más vigorosos súbditos, cuando estaba en casa, rara vez<br />

usaba las sillas. Permanecía días enteros acostado en un diván, y<br />

así leía o escuchaba las lecturas de su secretario; así escribía sus<br />

breves cartas, <strong>com</strong>ía o jugaba al ajedrez con sus amigos En los<br />

últimos años de su existencia, cuando no estaba a caballo vivía<br />

tendido.»<br />

Todo en él era con exageración y violentas alternativas. Podía<br />

galopar días enteros, reventando corceles, y era capaz de pasar<br />

una semana lo mismo que un musulmán en su harén, sin sentir<br />

necesidad de movimiento.<br />

Después que el Papa le dio la Rosa de Oro, distinción<br />

reservada casi siempre a los reyes, que el Sacro Colegio votó<br />

unánimemente premiando sus servicios a la Iglesia, dejóse ver<br />

otra vez en público, pasando sin esfuerzo de su pereza oriental a<br />

la más arriesgada actividad. A espaldas de la basílica de San<br />

Pedro se había improvisado una plaza de toros, para dar una<br />

corrida, a la que asistió toda Roma.<br />

Mostrábase el héroe en esta corrida a cara descubierta,<br />

bajando a la arena con simple jubón y calzas para torear a pie,<br />

matando cinco toros con una espada pesadísima y una capa que le<br />

servia de muleta. El último toro lo remató de un golpe que era su<br />

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