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en Roma. Casi todos los representantes diplomáticos de las<br />

repúblicas hispanoamericanas eran amigos suyos, y había pasado<br />

por Madrid para recibir los homenajes de la Fraternidad<br />

Hispanoamericana. Esto le permitía figurar a la cabeza de todos<br />

ellos, honor que no habían conseguido nunca, según don<br />

Arístides, los otros embajadores.<br />

—Soy el cordón umbilical—dijo gravemente a Borja—que<br />

une a nuestras hijas de América con la Santa Sede. Todos sus<br />

ministros me buscan para que les sirva de intermediario. Habrás<br />

notado que esta casa se ve más frecuentada que nunca por la<br />

diplomacia de habla española.<br />

Y acto seguido, <strong>com</strong>o si hiciese una concesión, añadió con<br />

envidia e Ingratitud, sin darse cuenta de ello:<br />

—Únicamente Enciso tiene tanta gente en su palacio. Tal vez<br />

tenga más, pues convida a todos los cardenales... Pero él es rico,<br />

y gracias a su dinero, que le permite dar banquetes casi a diario,<br />

puede creerse un gran diplomático y un verdadero escritor.<br />

Don Arístides tenía que limitarse a darles, bajo la dirección<br />

económica de su cuñada.<br />

—No hemos venido aquí a arruinarnos—decía agriamente la<br />

viuda de Gamboa—. Nuestro Gobierno da muy poco para gastos<br />

de representación. Con un té cada mes hay de sobra. Que vayan<br />

todas esas gentes a*-matar el hambre a casa de Enciso,<br />

divirtiendo su vanidad de fantasmón.<br />

Estos <strong>com</strong>entarios no impedían que la terrible cuñada de<br />

Bustamante fuese la primera en halagar con visitas puntuales y<br />

exagerados elogios a la esposa de Enciso y sus numerosas hijas.<br />

Era el medio más seguro para que no se olvidasen de invitarla a<br />

sus banquetes.<br />

Viose Claudio rodeado al poco tiempo de igual ambiente que<br />

dos años antes en Madrid. Todos lo consideraban <strong>com</strong>o yerno<br />

futuro del embajador de España. Ni siquiera hacían alusiones<br />

verbales a su noviazgo con la hija. Era algo sobre lo que<br />

resultaban imposibles las dudas.<br />

La tía de la joven le había vuelto a tratar <strong>com</strong>o un sobrino<br />

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