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personaje diese te a sus palabras, continuó hablando de la herida.<br />

Se mostraba maravillado del vigor del joven, de la fuerza de sus<br />

tejidos para rehacerse. En pocas semanas quedaría<br />

<strong>com</strong>pletamente cerrado aquel orificio de la pierna, sin más que<br />

una ligera señal. Podía caminar en aquel momento sin dificultad,<br />

cojeando ligeramente, pero resultaba preferible que guardase<br />

reposo. Esto facilitaría la cicatrización.<br />

Pasó la tarde solo. Le cansaba recibir visitas, hablando horas y<br />

horas con aquellos amigos que venían a su estudio <strong>com</strong>o a un<br />

café, llenándolo de humo con sus cigarrillos, conversando<br />

siempre del lance y de su adversario.<br />

Estando a solas volvía a caer en aquella tranquilidad<br />

sobrehumana que le hacía ver los sucesos recientes <strong>com</strong>o si<br />

fuesen lejanísimos. El hombre del monóculo, y hasta la misma<br />

Rosaura, los creía personajes imaginarios conocidos en una<br />

novela, cuyas formas vagarosas podía cambiar al capricho de su<br />

pensamiento.<br />

Indudablemente existían pero ¡le interesaban ahora tan<br />

pocos... Su voluntad parecía haberse paralizado desde que recibió<br />

en una de sus piernas la pedrada caliente.<br />

Con el deseo de entretener estas horas solitarias buscó sus<br />

libros favoritos, abandonados varios días sobre una mesilla árabe<br />

del estudio.<br />

Otra vez se puso en contacto con la vida de cuatro siglos<br />

antes. César Borgia, que había atravesado su Imaginación en el<br />

momento de sentirse herido, volvía a buscarle con su fiel y<br />

terrible don Micalet.<br />

Empezaba la hora del ocaso para nuestro César, iba a ser<br />

vencido por las misteriosas e inesperadas <strong>com</strong>binaciones de la<br />

suerte en el momento que se veía más poderoso<br />

Algo semejante a lo que acababa de ocurrirle a él, recibiendo<br />

una herida estúpida precisamente cuando se creía más seguro de<br />

meter una bala en el ridiculo disco de cristal ostentado por su<br />

adversario.<br />

«La vida es ilógica—pensó— y por eso no la dominamos<br />

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