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de situación al transcurrir el tiempo. Hubo Borjas ricos que<br />

mantuvieron el-prestigio de su nobleza con el dinero. Otros,<br />

dedicados al cultivo de la tierra, fueron descendiendo en rango<br />

social, aunque sin perder su primitiva nobleza. Alfonso de Borja<br />

era hijo de uno de estos hidalgos venidos a menos, que vivían a<br />

estilo de labradores, pero conservando con orgullo el escudo de la<br />

familia: un toro rojo sobre fondo de oro, símbolo de la robustez,<br />

la a<strong>com</strong>etividad y el ardor de todos los que llevaban dicho<br />

apellido. Estos labriegos de noble origen ostentaban el título de<br />

generosos, o sea de generación militar.<br />

Dedicado a los estudios jurídicos en la Universidad de Lérida,<br />

obtenía una cátedra en plena juventud. El Papa Luna, apreciando<br />

los méritos del nuevo doctor, le daba un canonicato en dicha<br />

ciudad. Los cargos eclesiásticos eran entonces la mejor<br />

re<strong>com</strong>pensa para literatos y jurisconsultos, ya que se podía<br />

disfrutar su renta sin necesidad de hacerse sacerdote.<br />

Al subir Alfonso V al trono de Aragón, reconocía los méritos<br />

de este joven experimentado en cuestiones jurídicas y hábil para<br />

las negociaciones diplomáticas, haciendo de él su secretario. Los<br />

servicios que prestó a Martín V—el Papa elegido por el Concilio<br />

de Constanza—le abrían el camino de los altos honores de la<br />

Iglesia. El fue quien trató con el sucesor del Papa Luna, el<br />

canónigo de Valencia Gil Muñoz, llamado Clemente VIII, para<br />

que renunciase a la tiara en el castillo de Peñiscola, y el Pontífice<br />

de Roma lo premió otorgándole el obispado de Valencia. Luego<br />

vivía en Nápoles, al lado de Alfonso V, ayudándole en la<br />

reorganización de dicho reino, despedazado por largas guerras.<br />

Aquí, el canónigo abandonó momentáneamente a Alfonso de<br />

Borja para hablar de su regio protector.<br />

—Con razón—dijo—llamaron a Alfonso Quinto el<br />

Magnánimo. Ningún rey de su época tan caballeresco y tan<br />

humano.<br />

Célebre en Europa por tales condiciones, Juana II de Nápoles,<br />

que no tenia hijos, le prometía su corona en herencia si le<br />

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