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desordenada y secreta..., <strong>com</strong>o los hombres de talento.<br />

Definitivamente era un padre de familia que sólo podía pensar<br />

en los suyos; un personaje tranquilo, incapaz de tener una historia<br />

secreta; un burgués que debía quedarse para siempre ante las<br />

puertas de la bohemia, sin conseguir penetrar en ellas por más<br />

que hiciese. Pero esto no disminuía su afecto hacia los que<br />

estaban dentro de aquel infierno, cerrado para él.<br />

A Claudio Borja considerábalo interesante a pesar de su<br />

gravedad melancólica y poco expresiva. Incluíalo entre los que<br />

tienen novela. Y al español le agradaba que Enciso aludiese en<br />

sus conversaciones a la hermosa viuda, mostrando gran aprecio<br />

por su persona.<br />

Era el único que parecía acordarse de la existencia de Rosaura,<br />

sin duda porque ésta también tenía novela. Con una discreción<br />

sonriente procuraba mencionar a la argentina, valiéndose de los<br />

más diversos pretextos, y a 1 , mismo tiempo sus ojos de pupilas<br />

claras, con las córneas un poco purpúreas, miraban al joven <strong>com</strong>o<br />

diciéndole: «Lo sé todo y envidio su buena suerte.»<br />

En realidad, había pensado muchas veces en Rosaura <strong>com</strong>o<br />

algo que se admira de muy lejos, con el convencimiento de no<br />

poseerlo nunca. Una mujer así hubiese redondeado su vida de<br />

artista. Pero juzgándola fuera de su alcance, dedicaba una parte<br />

de la mencionada admiración a los que habían sido más dichosos<br />

que él, viendo en Claudio un reflejo de la personalidad de la otra.<br />

Esta era la causa, tal vez, de qu e lo invitase con frecuencia a su<br />

palacio, conversando ambos en la vasta biblioteca, cuyos libros<br />

parecían luminosos por la rutilancia de sus encuadernaciones.<br />

—Yo soy un creyente—dijo una tarde después de haber<br />

almorzado con<br />

Borja—. Acepto cuantas reglas me imponga la Iglesia; pero al<br />

mismo tiempo soy muy humano y conozco las debilidades del<br />

hombre, consecuencia lógica de su imperfección. Simpatizo con<br />

los Borgias, sin que esto disminuya mi catolicismo. No Incurriré<br />

en el absurdo de querer hacer de ellos unos santos calumniados,<br />

<strong>com</strong>o algunos de sus panegiristas; pero tampoco fueron unos<br />

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