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nunca.»<br />

En julio de 1503 únicamente tenía que hacer el duque de las<br />

Romanas un paseo militar por los territorios de la Iglesia,<br />

afirmando para siempre la potencia temporal del Pontificado y su<br />

propia autoridad. Sólo le quedaban por conquistar unos pequeños<br />

feudos de los Orsinis, trabajo fácil que había dejado para el<br />

último momento.<br />

Cada vez veía más segura su gran empresa de la unificación<br />

de Italia. Cierta parte de la Toscana, Perusa, Piombino y las islas<br />

de Elba eran ya suyas. Pisa le llamaba, admirándolo <strong>com</strong>o un<br />

salvador. Siena no quería defenderse de él. Florencia estaba<br />

convencida de que fatalmente acabaría por pertenecer a este<br />

capitán invencible.<br />

Después de incorporar la Toscana a los estados pontificios,<br />

podría apoderarse del Milanesado y la República de Genova,<br />

donde no le faltaban amigos, atacando finalmente al mayor de sus<br />

adversarlos, la República de Venecia, poco temible y vulnerable<br />

en una guerra terrestre. Terminadas tales conquistas, el reino<br />

papal recogería sin dificultad, <strong>com</strong>o frutos maduros, Nápoles y<br />

Sicilia, siendo las avanzadas en el Mediterráneo de esta Italia borgiana<br />

Córcega y Cerdeña.<br />

Un plan tan vastísimo no podía realizarse durante el<br />

Pontificado de su padre, que ya contaba setenta y dos años; pero<br />

él sólo tenía veintisiete, y recordando las grandes victorias<br />

conseguidas en los últimos tres años, bien podía forjarse la<br />

esperanza de triunfar antes de la madurez de su vida.<br />

Para ser el verdadero soberano de esta Italia unificada bajo la<br />

Iglesia 'había ido preparando un Sacro Colegio de cardenales<br />

adictos italianos y españoles. Después de la muerte de su padre,<br />

él sería el jefe de los consistorios, eligiendo a su gusto a los<br />

futuros pontífices, y éstos se circunscribirían a ejercer el poder<br />

espiritual, delegando en su persona todas las funciones<br />

temporales.<br />

«Mas César, siempre vencedor hasta entonces—se dijo<br />

Claudio—, ignoraba la existencia del microbio y unos cuantos<br />

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