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Para Micalet, matar a un hombre era accidente sin<br />

importancia. La estocada frente a frente o la puñalada por detrás<br />

le parecían iguales Lo interesante era suprimir al enemigo. Su<br />

fuerza extraordinaria procedía más de los nervios que de los<br />

músculos. Incapaz de olvidar ofensas, y sin respeto alguno para<br />

los que fuesen adversarios de sus amigos pronto adquirió su<br />

nombre una terrible celebridad, que contrastaba con lo ruin de su<br />

cuerpo, en apariencia débil, y con su exigua estatura, lo que<br />

motivó que todos lo tratasen en diminutivo, llamándole Micalet,<br />

Miguelito o Michelotto.<br />

En los últimos años de César, al mandar éste ejércitos, su fiel<br />

matón, desconocedor de las reglas y escrúpulos que guían a los<br />

otros hombres, se convirtió en un buen capitán o e guerra. Fue el<br />

jefe de confianza del hijo del Pontífice, y cuando todos lo<br />

abandonaron, él se mantuvo leal.<br />

Llamándose el capitán don Miguel Corella, <strong>com</strong>batió al lado<br />

de don Hugo de Moncada y otros españoles célebres, así <strong>com</strong>o de<br />

los condottieri italianos de mayor renombre, y tuvo tratos con<br />

Leonardo de Vinci, el ingeniero militar de César Borgia. Su vida<br />

fue tan corta <strong>com</strong>o la de su protector, marchando detrás de él con<br />

la fidelidad amenazante de un mastín.<br />

Siempre bondadoso el Papa para sus <strong>com</strong>patriotas, veía vagar<br />

por los salones del Vaticano a este hombrecito inquietante, con<br />

las mandíbulas apretadas y unos ojos pequeños, de mirar agudo y<br />

receloso, que parecían ir esparciendo alfilerazos en torno a su<br />

persona.<br />

«¡ Micalet!... ¡ Micalet!...». decía Alejandro VI moviendo el<br />

índice de su diestra pontifical, <strong>com</strong>o si presintiese alguna mala<br />

acción de esta bestezuela temible y le amenazase de antemano.<br />

Varias veces provocó riñas con otros españoles dentro del<br />

Palacio, sacando a luz sus armas. Prefería el trato con César, que<br />

era de su edad, y acabó por vivir cerca de él a todas horas.<br />

Figuraba el Corella legítimo en las fiestas palatinas entre los<br />

gentiles-hombres del séquito del Papa y éste le había dado varias<br />

prebendas, especialmente a raíz de una aventura en que le salvó<br />

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