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muchas veces. Todas las mujares de vida interesante que<br />

provocaban batallas entre los hombres o eran motivo de sus<br />

lágrimas, heroínas de teatro y de libro, le hacían pensa<br />

inmediatamente en la señora de Pineda. Era para él una<br />

concreción de cuantas aventuras y caprichos alegran la existencia<br />

humana y la amargan a un tiempo, embelleciendo su natural<br />

monotonía. El también, de no ser quien era, habría acabado por<br />

hacer locuras, lo mismo que estos jóvenes, que le inspiraban una<br />

envidia mansa.<br />

—Estoy en relaciones—dijo—con los cuatro testigos que<br />

preparan el encuentro. Hasta los he ayudado un poco con mi<br />

influencia.<br />

Había conseguido el permiso necesario para que el duelo se<br />

efectuase en un jardín, cerca de Roma, propiedad de una princesa<br />

austríaca, que ahora tenia embargado el Gobierno de Italia, pero<br />

exigiendo a los padrinos la mas absoluta discreción.<br />

—Que nadie sepa nada. Imagínese usted si en el Vaticano<br />

llegaran a enterarse de estas cosas... ¡un ministro Plenipotenciario<br />

cerca de la Santa Sede!<br />

El encuentro iba a realizarse aquella misma tarde. Como él no<br />

había presenciado nunca un duelo, deseaba aprovechar la<br />

ocasión.<br />

—Los veré sin que ustedes me vean —siguió diciendo—. Me<br />

he preparado un escondrijo de acuerdo con el hombre del jardín.<br />

No pasará nada grave, me lo dice el corazón.<br />

Esta tranquilidad permitió al buen Enciso mostrarse algo<br />

jactancioso en sus apreciaciones sobre el próximo <strong>com</strong>bate.<br />

Hubiese preferido un duelo a espada. Aborrecía las armas<br />

modernas. La pólvora, según él, había acabado con la poesía de la<br />

Historia.<br />

—Además ya sabe usted, amigo mío, que soy un cardenal del<br />

Renacimiento, nacido con cuatro siglos de retraso; uno de<br />

aquellos cardenales aseglarados <strong>com</strong>o nuestro don Rodrigo de<br />

Borja, que se presentaba en las fiestas con espada al cincto, botas<br />

altas y plumas en el gorro. La pistola no me parece de mi época;<br />

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