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en el Adriático, con un enviado turco de Bayaceto, portador de<br />

los cuarenta mil ducados de la pensión de Djem. Ambos viajeros<br />

caían en poder de una banda capitaneada por Juan de la Rovere,<br />

hermano del cardenal, expulsado del castillo de Ostia. Se<br />

apoderaba aquél de los cuarenta mil ducados, dejando en libertad<br />

al mensajero del sultán. A Bocciardo manteníale preso, y,<br />

despojado de todos sus papeles, lo enviaba al cardenal Juliano,<br />

que había venido de Francia en el séquito de Carlos VIII.<br />

Sirvió la pensión de Djem para los gastos de la campaña, y los<br />

papeles fueron utilizados por Juliano, quien los desfiguró,<br />

publicándolo luego para desacreditar a su adversario. Basándose<br />

en dichos documentos falsificados, Inventó una calumnia digna<br />

de su violento carácter, diciendo que Bayeceto proponía al Papa<br />

la muerte de su hermano Djem, ofreciéndole trescientos mil<br />

ducados a cambio de su cadáver.<br />

—Esta calumnia, demasiado grosera —dijo Claudio—, no<br />

produjo el efecto que esperaba Juliano. Se deshizo sin tocar a su<br />

enemigo. Era posible que Bayaceto hubiese escrito dicha<br />

proposición. Varias veces intentó, en el Pontificado anterior y en<br />

el de Borgia, asesinar a su hermano por medio de enviados turcos<br />

o de italianos, que aceptaban sus planes sin realizarlos nunca. El<br />

interés de los papas era, por el contrario, guardar a Djem para<br />

tener en respeto al Gran Turco y percibir la pensión anual de<br />

cuarenta mil ducados. Matarlo equivalía a suprimir la gallina de<br />

los huevos de oro, pues el mantenimiento de dicho personaje no<br />

costaba ni la décima parte de la cantidad percibida.<br />

Nadie hizo caso del violento Juliano de la Rovere, es cierto—<br />

añadió Enciso—. Mas transcurrido un siglo, los escritores de la<br />

Reforma recogieron la olvidada calumnia para acusar al Papa<br />

Borgia de la muerte de Djem, ocurrida meses después, y<br />

perfectamente explicable por sus excesos alcohólicos, cuando ya<br />

estaba en manos de Carlos Octavo.<br />

Al llegar el rey de Francia a Lúca, encontraba al cardenal<br />

Piccolomini, sobrino de Pío II, hombre bondadoso y transigente,<br />

encargado por el Papa de intentar un a<strong>com</strong>odamiento con él.<br />

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