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ubia y luminosa, <strong>com</strong>parable a una nube de oro fluido.<br />

—En algunas ocasiones, madona Lucrecia, que el Papa<br />

llamaba siempre a la española, dona Lucrecia mi hija, tenía oculta<br />

su esplendorosa mata de pelo dentro de amplia redecilla de oro<br />

con una piedra preciosa en cada cruce de sus mallas. Otras veces,<br />

orgulloso de tal opulencia capilar, daba suelta a sus chorros<br />

esplendorosos, que descendían casi a sus pies. Todavía se<br />

conserva en la Biblioteca de Milán un lindo rizo, color oro de<br />

fuego, de esta beldad hispanoitaliana, bucle cuyo tono brillante<br />

desafía al tiempo, y que hizo ensoñar tres siglos después a lord<br />

Byron, sumido en su contemplación.<br />

Acogió Enciso, con una sonrisa escéptica, los entusiasmos del<br />

joven.<br />

—Siento decirle, querido Borja, que su remota parienta nunca<br />

fue rubia. Era una valenciana de tez morena, clara y mate,<br />

semejante al color pálido del arroz. César Borgia también debió<br />

de ser algo moreno, y, sin embargo, le llamaban las damas de<br />

entonces il biondo Cesar... Tal vez tuvo Lucrecia los cabellos<br />

castaños; pero esto no le impidió ser rubia oro ardiente, rubia<br />

veneciana, ensalzando su cabellera color de antorcha pintores y<br />

poetas. Algo semejante ocurre en la actualidad. Las damas<br />

teñidas conocen mejor que nadie el secreto de su falsificación, y,<br />

no obstante aceptan de buena fe los elogios de personas<br />

Igualmente enteradas de que no son rubias. Ya sabe que vivimos<br />

de convencionalismos e ilusiones. ¡Qué haríamos sin la<br />

mentira!...<br />

Los alquimistas vendían muy cara la receta de los cabellos de<br />

oro. En España, el mismo tinte recibía el título de lejía de<br />

enrubiar, siendo uno de los secretos de la madre Celestina para<br />

ganar dinero.<br />

—Todas las damas de la época eran rubias, hasta el valeroso<br />

marimacho Catalina Sforza, de la cual conoce usted el heroico<br />

arremangamiento de faldas, apreciado por la Historia <strong>com</strong>o un<br />

hecho sublime. De este virago batallador llegó hasta nosotros una<br />

receta para enrubiar, escrita por ella misma, a fin de que ninguna<br />

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