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Jerusalén y Constantinopla, aspiración de todos los pontífices<br />

anteriores, que nunca pasó de ser vano proyecto. El y su hijo<br />

realizarían tan enormes empresas.<br />

Todo el Sacro Colegio, los embajadores, la curia, la nobleza<br />

romana, los ciudadanos notables, salían fuera de la puerta de<br />

Santa María del Popólo para recibir con la cabeza destocada al<br />

nuevo caudillo de la Iglesia.<br />

César, que había heredado de su padre el genio de la<br />

magnificencia, supo mostrarse digno de tan grandiosa recepción.<br />

Sus tropas de italianos y españoles, así <strong>com</strong>o su cortejo de<br />

caballeros, desfilaron con un orden poco conocido en los ejércitos<br />

de entonces, mostrando gran suntuosidad en sus vestimentas.<br />

Hasta los carromatos de su bagaje llevaban ricas fundas con el<br />

escudo de los Borgias.<br />

En cambio él, deseoso de llamar la atención por el contraste,<br />

iba a la española, su traje favorito, vestido de terciopelo y satén<br />

negros, con elegante modestia, pero llevando al cuello el gran<br />

collar de San Miguel, presente de Luis XII, distintivo reservado a<br />

los príncipes de sangre regia. Además, cada una de sus armas era<br />

una joya artística.<br />

Entró en la empavesada ciudad entre cañonazos y volteos de<br />

campanas; las mujeres le enviaban flores, sonrisas, besos. El<br />

pueblo daba vivas a nuestro César. Era un capitán victorioso<br />

nacido en Roma, el hijo de la señora Vannoza la del Transtevere,<br />

y todos creían propia la gloria del hijo del Papa. Por el Corso<br />

llegó al castillo de Sant' Angelo y luego al palacio papal,<br />

recibiéndolo el Pontífice en el célebre salón del Papagayo,<br />

destinado a los embajadores.<br />

Modesto y grave, dio gracias el joven caudillo en una corta<br />

arenga, inclinándose a continuación ante el Papa para besarle un<br />

pie, según el ceremonial; pero Alejandro, con los ojos llenos de<br />

lágrimas, le tendía los brazos, estrechándolo en ellos.<br />

Sucedíanse las fiestas, desfilando a través de la ciudad un<br />

cortejo simbólico que representaba el triunfo de Julio César. Las<br />

glorias de los dos Césares, hijos de Roma, eran confundidas por<br />

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