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Carl Sagan - Cosmos

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creía que estaba viendo una red, extendida por todo el globo, de grandes acequias de riego<br />

que conducían agua desde los casquetes polares en fusión a los sedientos habitantes de las<br />

ciudades ecuatoriales. Imaginaba el planeta habitado por una raza más antigua y más sabia,<br />

quizás muy diferente de la nuestra. Creía que los cambios estacionases de las zonas<br />

oscuras se debían al desarrollo y marchitamiento de la vegetación. Creía que Marte era muy<br />

parecido a la Tierra. Total, creía demasiadas cosas.<br />

Lowell evocaba un Marte antiguo, árido, marchito, un mundo desierto. Pero continuaba<br />

pareciéndose a un desierto de la Tierra. El Marte de Lowell tenía muchos rasgos en común<br />

con el suroeste de los Estados Unidos, donde estaba situado el observatorio de Lowell.<br />

Imaginaba las temperaturas marcianas algo frías, pero tan soportables como las del Sur de<br />

Inglaterra . El aire estaba enrarecido, pero había suficiente oxígeno para hacerlo respirable.<br />

El agua era escasa pero la elegante red de canales conducía el líquido portador de vida a<br />

todo el planeta.<br />

Ahora sabemos que el reto contemporáneo más serio a las ideas de Lowell tuvo un origen<br />

inverosímil. Alfred Russell Wallace, codescubridor de la evolución por selección natural,<br />

recibió en 1907 el encargo de comentar uno de los libros de Lowell. Wallace había sido<br />

ingeniero en su juventud, y aunque se mostraba algo crédulo en cuestiones de percepción<br />

extrasensorial, se mostró admirablemente escéptico en cuanto a la habitabilidad de Marte.<br />

Wallace demostró que Lowell se había equivocado al calcular las temperaturas medias de<br />

Marte; no eran tan suaves como las temperaturas del Sur de Inglaterra sino que, en todas<br />

partes y con poquísimas excepciones, eran inferiores al punto de congelación del agua.<br />

Tenía que haber un permafrost, una subsuperficie perpetuamente congelada. El aire era<br />

mucho más enrarecido que lo que Lowell había calculado. Los cráteres debían de ser tan<br />

abundantes como en la Luna. Y en cuanto al agua de los canales:<br />

Cualquier intento de transportar este escaso excedente [de agua] por medio de canales de<br />

gravedad hasta el ecuador y el hemisferio opuesto, a través de regiones desérticas terribles y<br />

expuesta a cielos tan despejados como los que describe el señor Lowell, tendría que ser<br />

obra de un equipo de locos y no de seres inteligentes. Puede afirmarse con seguridad que ni<br />

una gota de agua escaparía a la evaporación o a la filtración a menos de cien millas de su<br />

lugar de procedencia.

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