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Carl Sagan - Cosmos

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siglo veinte los misiles estratégicos y las fuerzas de bombarderos de la Unión Soviética y de<br />

los Estados Unidos apuntaban sus cabezas de guerra a más de 15 000 objetivos<br />

designados. No había lugar seguro en todo el planeta. La energía contenida en estas<br />

armas, en estos genios de la muerte que esperaban pacientemente que alguien restregara<br />

las lámparas, era superior a 10 000 megatones: pero con toda su destrucción concentrada de<br />

modo eficiente, no a lo largo de seis años sino en unas pocas horas, un revientamanzanas<br />

para cada tamilia del planeta, una segunda guerra mundial nuclear cada segundo durante<br />

toda una tarde de ocio.<br />

Las causas inmediatas de muerte por un ataque nuclear son la onda explosiva, que pueden<br />

aplanar edificios fuertemente reforzados a muchos kilómetros de distancia, la tempestad de<br />

fuego, los rayos gamma y los neutrones que fríen de modo efectivo las entrañas de un<br />

transeúnte. Una alumna de escuela que sobrevivió al ataque nuclear norteamericano contra<br />

Hiroshima, el acontecimiento que puso final a la segunda guerra mundial, escribió este relato<br />

de primera mano:<br />

A través de una oscuridad como el fondo del infierno podía oír las voces de las demás<br />

estudiantes que llamaban a sus madres. Y en la base del puente, dentro de una gran<br />

cisterna que habían excavado, estaba una madre llorando, aguantando por encima de su<br />

cabeza un bebé desnudo quemado por todo el cuerpo, de color rojo brillante. Y otra madre<br />

estaba llorando y sollozando mientras daba su pecho quemado a su bebé. En la cisterna las<br />

estudiantes estaban de pie asomando sólo las cabezas encima del agua, con las dos manos<br />

apretadas mientras gritaban y chillaban implorando y llamando a sus padres. Pero todas las<br />

personas que pasaban sin excepción, estaban heridas y no había nadie, no había nadie a<br />

quien pedir ayuda. Y el pelo chamuscado en las cabezas de las personas estaba rizado y<br />

blancuzco y cubierto de polvo. No parecía que fueran personas, que fueran seres de este<br />

mundo. La explosión de Hiroshima, al contrario de la subsiguiente explosión de Nagasaki, fue<br />

una explosión en el aire muy por encima de la superficie, de modo que la lluvia radiactiva fue<br />

insignificante. Pero el 1 de marzo de 1954 una prueba con armas termonucleares en Bikini,<br />

en las islas Marshall, detonó a un rendimiento superior al esperado. Se depositó una gran<br />

nube radiactiva sobre el pequeño atolón de Rongalap, a 150 kilómetros de distancia, donde<br />

los habitantes compararon la explosión a un Sol levantándose por el Oeste. Unas horas más<br />

tarde la ceniza radiactiva cayó sobre Rongalap como nieve. La dosis media recibida fue de

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