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Carl Sagan - Cosmos

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serán una consecuencia probable de una guerra nuclear. Hay otro tipo de plaga<br />

preocupante: la plaga de los bacilos es endémica en toda la Tierra. A fines del siglo veinte<br />

los hombres no fallecían mucho a consecuencia de la plaga, y no porque ésta faltara, sino<br />

porque la resistencia era elevada. Sin embargo, la radiación producida en una guerra<br />

nuclear debilita el sistema inmunológico del cuerpo, entre sus muchos otros efectos,<br />

provocando una disminución de nuestra capacidad para resistir a la enfermedad. A plazo<br />

más largo hay mutaciones, nuevas variedades de microbios y de insectos que podrían<br />

causar todavía más problemas a cualquier superviviente humano de un holocausto nuclear; y<br />

quizás al cabo de un tiempo cuando ya ha pasado el tiempo suficiente para que se<br />

recombinen y se expresen las mutaciones recesivas, haya nuevas y horrorizantes variedades<br />

de personas. La mayoría de estas mutaciones al expresarse serán letales. Unas cuantas<br />

no. Y luego habrá otras agonías: la pérdida de los seres queridos, las legiones de<br />

quemados, ciegos y mutilados; enfermedades, plagas, venenos radiactivos de larga vida en<br />

el aire y en el agua, la amenaza de los tumores y de los niños nacidos muertos y<br />

malforinados; la ausencia de cuidados médicos, la desesperada sensación de una<br />

civilización destruida por nada, el conocimiento de que podíamos haberío impedido y no lo<br />

hicimos.<br />

L. F. Richardson era un meteorólogo británico interesado en la guerra. Quería<br />

comprender sus causas. Hay paralelos intelectuales entre la guerra y el tiempo atmosférico.<br />

Los dos son complejos. Los dos presentan regularidades, implicando con ello que no son<br />

fuerzas implacables sino sistemas naturales que pueden comprenderse y controlarse. Para<br />

comprender la meteorología global hay que reunir primero un gran conjunto de datos<br />

meteorológicos; hay que descubrir cómo se comporta realmente el tiempo. Richardson<br />

decidió que el sistema para llegar a comprender la guerra tenía que ser el mismo. Por<br />

consiguiente reunió datos sobre centenares de guerras acaecidas en nuestro pobre planeta<br />

entre 1820 y 1945.<br />

Los resultados de Richardson se publicaron póstumamente en una obra llamada Las<br />

estadísticas de las disputas mortales. Richardson estaba interesado en saber el tiempo que<br />

hay que esperar para que una guerra se lleve un número determinado de víctimas y para ello<br />

definió un índice, M, la magnitud de una guerra, la medición del número de muertes<br />

inmediatas que causa. Una guerra de magnitud M = 3 podría ser una simple escaramuza,

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