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Carl Sagan - Cosmos

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manos. Si no hablamos nosotros en nombre de la Tierra, ¿quién lo hará? Si no nos<br />

preocupamos nosotros de nuestra supervivencia, ¿quién lo hará?<br />

La especie humana está emprendiendo ahora una gran aventura que si tiene éxito será tan<br />

importante como la colonización de la tierra o el descenso de los árboles. Estamos<br />

rompiendo de modo vacilante y en vía de prueba las trabas de la Tierra: metafóricamente al<br />

enfrentamos con las admoniciones de los cerebros más primitivos de nuestro interior y<br />

domarlos, físicamente al viajar a los planetas y escuchar los mensajes de las estrellas. Estas<br />

dos empresas están ligadas indisolublemente. Creo que cada una de ellas es condición<br />

necesaria para la otra. Pero nuestras energías se dirigen mucho más hacia la guerra. Las<br />

naciones, hipnotizadas por la desconfianza mutua, sin casi nunca preocuparse por la especie<br />

o por el planeta, se preparan para la muerte. Y lo que hacemos es tan horroroso que<br />

tendemos a no pensar mucho en ello. Pero es imposible que resolvamos algo que no<br />

tomamos en consideración.<br />

Toda persona capaz de pensar teme la guerra nuclear, y todo estado tecnológico la está<br />

planeando. Cada cual sabe que es una locura, y cada nación tiene una excusa. Hay una<br />

siniestra cadena de causalidad: los alemanes estaban trabajando en la bomba al principio de<br />

la segunda guerra mundial, y los americanos tuvieron que hacer una antes que ellos. Si los<br />

americanos tienen la bomba, los soviéticos deben tenerla también, y luego los británicos, los<br />

franceses, los chinos, los indios, los pakistaníes... Hacia finales del siglo veinte muchas<br />

naciones habían reunido armas nucleares. Eran fáciles de idear. El material fisionable podía<br />

robarse de los reactores nucleares. Las armas nucleares se convirtieron casi en una<br />

industria de artesanía nacional.<br />

Las bombas convencionales de la segunda guerra mundial recibieron el calificativo de<br />

revientamanzanas. Se llenaban con veinte toneladas de TNT y podían destruir una manzana<br />

de casas de una ciudad. Todas las bombas lanzadas sobre todas las ciudades en la<br />

segunda guerra mundial sumaron unos dos millones de toneladas, dos megatones, de TNT:<br />

Coventry y Rotterdam, Dresde y Tokio, toda la muerte que llovió de los cielos entre 1939 y<br />

1945, un centenar de miles de revientamanzanas, dos megatones. A fines del siglo veinte,<br />

dos megatones era la energía que se liberaba en la explosión de una sola bomba<br />

termonuclear más o menos del montón: una bomba con la fuerza destructivo de la segunda<br />

guerra mundial. Pero hay cientos de miles de armas nucleares. Hacia la novena década del

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