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Carl Sagan - Cosmos

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descubrirlo. 1 Sin embargo, la mayor parte de la masa de un átomo está en su núcleo; los<br />

electrones comparados con él no son más que nubes de pelusilla en movimiento. Los<br />

átomos son en su mayor parte espacio vacío. La materia se compone principalmente de<br />

nada.<br />

Yo estoy hecho de átomos. Mi codo, que descansa sobre la mesa que tengo delante, está<br />

hecho de átomos. La mesa está hecha de átomos. Pero si los átomos son tan pequeños y<br />

vacíos y si los núcleos son todavía más pequeños, ¿por qué me sostiene la mesa? ¿A qué<br />

se debe, como solía decir Arthur Eddington, que los núcleos que forman mi codo no se<br />

deslicen sin esfuerzo a través de los núcleos que forman la mesa? ¿Por qué no acabo de<br />

bruces en el suelo? ¿O cayendo directamente a través de la Tierra?<br />

La respuesta es la nube de electrones. La pared exterior de un átomo de mi codo tiene una<br />

carga eléctrica negativa. Lo mismo sucede con todos los átomos de la mesa. Pero las<br />

cargas negativas se repelen. Mi codo no se desliza a través de la mesa porque los átomos<br />

tienen electrones alrededor de su núcleo y porque las fuerzas eléctricas son fuertes. La vida<br />

cotidiana depende de la estructura del átomo. Si apagamos estas cargas eléctricas todo se<br />

hundirá en forma de polvo fino e invisible. Sin fuerzas eléctricas, ya no habría cosas en el<br />

universo: sólo nubes difusas de electrones, de protones y de neutrones, y esferas gravitando<br />

de partículas elementales, restos informes de los mundos.<br />

Si nos proponemos cortar una tarta de manzana y continuar más allá de un átomo solo, nos<br />

enfrentamos con una infinidad de lo muy pequeño. Y cuando miramos el cielo nocturno nos<br />

enfrentainos con una infinidad de lo muy grande. Estas infinidades representan una<br />

regresión sin fin que continúa, no para llegar muy lejos, sino para seguir sin tener nunca fin.<br />

Si uno se pone entre dos espejos por ejemplo en una barbería verá un gran número de<br />

imágenes de sí mismo, cada una reflexión de otra. No podemos ver una infinidad de<br />

imágenes porque los espejos no están perfectamente planos ni alineados, porque la luz no<br />

se desplaza a una velocidad infinita, y porque estamos en medio. Cuando hablamos del<br />

infinito hablamos de una cifra superior a cualquier número por grande que sea.<br />

El matemático norteamericano Edward Kasner pidió en una ocasión a su sobrino de nueve<br />

años que inventara un nombre para un número muy grande: diez elevado a cien (10100), un<br />

uno seguido por cien ceros. El niño le llamó un gugol. He aquí el<br />

número: 1 0 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000

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