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Carl Sagan - Cosmos

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eales de comportarse pacíficamente, pero se quejó de que los nativos creyesen que<br />

podíamos aguantarlo todo . Su sociedad le inspiraba desdén, pero no se causó ningún daño<br />

serio por parte de una cultura a la otra. La Pérouse, después de aprovisionar sus dos<br />

buques, partió de la Bahía de Lituya, para no regresarjamás. La expedición se perdió en el<br />

sur del Pacífico en 1788; perecieron La Pérouse y todos los miembros de su tripulación<br />

excepto uno. 2<br />

Exactamente un siglo después Cowee, un jefe de los tlingit, relató al antropólogo canadiense<br />

G. T. Emmons una historia del primer encuentro de sus antepasados con el hombre blanco,<br />

una narración transmitida únicamente de palabra. Los tlingit no tenían documentos escritos,<br />

ni Cowee había oído hablar nunca de La Pérouse. He aquí una paráfrasis de la historia de<br />

Cowee:<br />

A fines de una primavera, un grupo importante de tlingit se aventuró hacia Yakutat, al norte,<br />

para comerciar con cobre. El hierro era aún más precioso, pero no había modo de<br />

conseguirlo. Al entrar cuatro canoas en la Bahía de Lituya fueron tragadas por las olas.<br />

Mientras los supervivientes acampaban y lloraban a sus compañeros perdidos, dos objetos<br />

extraños entraron en la Bahía. Nadie sabía qué eran. Parecían grandes pájaros negros con<br />

inmensas alas blancas. Los tlingit creían que el mundo había sido creado por un gran pájaro<br />

que a menudo tomaba la fonna de un cuervo, un pájaro que había liberado al Sol, la Luna y<br />

las estrellas de las cajas donde estaban prisioneros. Mirar el Cuervo equivalía a quedar<br />

convertido en piedra. Los tlingit, asustados, huyeron al bosque y se escondieron. Pero al<br />

cabo de un tiempo, al ver que no habían sufrido ningún daño, algunos con más iniciativa se<br />

arrastraron hasta fuera y arrollaron hojas de yaro en forma de primitivos telescopios creyendo<br />

que esto les impediría convertirse en piedra. A través de la hoja de col parecía que los<br />

grandes pájaros estaban plegando sus alas y que rebaños de pequeños mensajeros negros<br />

salían de sus cuerpos y se arrastraban sobre sus plumas.<br />

Entonces un viejo guerrero, casi ciego, reunió a su gente y anunció que su vida se había<br />

cumplido hacía tiempo; estaba decidido, en bien de todos, a comprobar si el Cuervo quería<br />

convertir a sus hijos en piedra. Se puso su traje de piel de nutria, se metió en su canoa y le<br />

llevaron remando hacia el Cuervo, dentro del mar. Se encaramó encima suyo y oyó extrañas<br />

voces. Su vista debilitada apenas le permitía distinguir la gran cantidad de formas negras<br />

que se movían ante él. Quizás eran cuervos. Cuando regresó sin daño su gente se

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