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Carl Sagan - Cosmos

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y tuvieron sus pensadores semanales. Gracias a los avances tecnológicos en<br />

comunicaciones, nuestro planeta está en las fases finales del proceso que lo convertirá al<br />

galope en una sociedad global única y entrelazada. Si podemos conseguir la integración de<br />

la Tierra sin borrar las diferencias culturales ni destruirnos, habremos logrado una gran cosa.<br />

Cerca del lugar que ocupó la Biblioteca alejandrina hay actualmente una esfinge sin cabeza<br />

esculpida en la época del faraón Horemheb, en la dinastía dieciocho, un milenio antes de<br />

Alejandro. Desde este cuerpo leonino se ve fácilmente una moderna torre de enlace por<br />

microondas. Entre ellos corre el hilo ininterrumpido de la historia de la especie humana. De<br />

la esfinge a la torre hay un instante de tiempo cósmico: un momento dentro de los quince mil<br />

millones de años, más o menos, que han transcurrido desde el big bang. Los vientos del<br />

tiempo se han llevado casi todo rastro del paso del universo de entonces al de ahora. Las<br />

pruebas de la evolución cósmica han quedado asoladas de modo más absoluto que los rollos<br />

de papiro de la Biblioteca alejandrina. Y sin embargo, gracias al valor y a la inteligencia,<br />

hemos llegado a vislumbrar algo de este camino serpenteante por el cual han avanzado<br />

nuestros antepasados y nosotros mismos.<br />

El <strong>Cosmos</strong> careció de forma, durante un número desconocido de eras que siguieron a la<br />

efusión explosiva de materia y energía del big bang. No había galaxias, ni planetas, ni vida.<br />

En todas partes había una oscuridad profunda e impenetrable, átomos de hidrógeno en el<br />

vacío. Aquí y allí estaban creciendo impercepti~ blemente acumulaciones más densas de<br />

gas, se estaban condensando globos de materia: gotas de hidrógeno de masa superior a<br />

soles. Dentro de estos globos de gas se encendió por primera vez el fuego nuclear latente<br />

en la materia. Nació una primera generación de estrellas que inundó el <strong>Cosmos</strong> de luz. No<br />

había todavía en aquellos tiempos planetas que pudieran recibir la luz, ni seres vivientes que<br />

admiraran el resplandor de los cielos. En el profundo interior de los hornos estelares la<br />

alquimia de la fusión nuclear creó elementos pesados, las cenizas de la combustión del<br />

hidrógeno, los materiales atómicos para construir futuros planetas y fonnas vivas. Las<br />

estrellas de gran masa agotaron pronto sus reservas de combustible nuclear. Sacudidas por<br />

explosiones colosales, retornaron la mayor parte de su sustancia al tenue gas de donde se<br />

habían condensado. Allí, en las nubes oscuras y exuberantes entre las estrellas, se estaban<br />

formando nuevas gotas constituidas por muchos elementos, generaciones posteriores de<br />

estrellas que estaban naciendo. Cerca de ellas crecieron gotas más pequeñas, cuerpos

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