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Carl Sagan - Cosmos

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mucho tiempo. Se estarían construyendo en órbita terrestre grandes flotas de transportes<br />

interestelares: naves sin tripulación de reconocimiento, naves de línea para inmigrantes,<br />

inmensas naves comerciales para surcar los mares del espacio. Sobre todas estas naves<br />

habría símbolos y escritura. Mirando más de cerca podríamos observar que el lenguaje era<br />

griego. Y quizás el símbolo en la proa de una de las primeras naves estelares sería un<br />

dodecaedro, con la inscripción: Nave Estelar Teodoro del Planeta Tierra.<br />

En la línea temporal de nuestro mundo las cosas han ido algo más lentas. No estamos<br />

listos aún para las estrellas. Pero quizás en un siglo o dos más, cuando todo el sistema solar<br />

esté explorado, habremos puesto también nuestro planeta en orden, y tendremos la voluntad,<br />

los recursos y el conocimiento técnico para ir a las estrellas. Habremos examinado ya desde<br />

grandes distancias la diversidad de otros sistemas planetarios, algunos muy parecidos al<br />

nuestro y algunos muy distintos. Sabremos qué estrellas tenemos que visitar. Nuestras<br />

máquinas y nuestros descendientes se adentrarán entonces por los años luz, hijos auténticos<br />

de Tales y de Aristarco, de Leonardo y de Einstein.<br />

Todavía no sabemos seguro cuántos sistemas planetarios hay además del nuestro, pero<br />

parece que su abundancia es grande. En nuestra vecindad inmediata no hay uno solo sino<br />

en cierto sentido cuatro: Júpiter, Satumo y Urano disponen cada cual de un sistema de<br />

satélites que por sus tamaños relativos y el espaciamiento de las lunas se parecen mucho a<br />

los planetas que giran alrededor del Sol. Una extrapolación de las estadísticas de estrellas<br />

dobles cuya masa respectiva es muy dispar sugiere que casi todas las estrellas solitarias<br />

como el Sol deberían tener compañeros planetarios.<br />

Todavía no podemos ver directamente los planetas de otras estrellas, porque son diminutos<br />

puntos de luz sumergidos en el brillo de sus soles locales. Pero estamos consiguiendo<br />

detectar la influencia gravitatoria de un planeta invisible sobre una estrella observada.<br />

Imaginemos una estrella así con un movimiento propio importante que durante décadas se<br />

va desplazando sobre el fondo de las constelaciones más distantes; y con un planeta grande,<br />

por ejemplo de la masa de Júpiter, cuyo plano orbital esté por casualidad alineado formando<br />

un ángulo recto con nuestra visual. Cuando el planeta oscuro está desde nuestra<br />

perspectiva a la derecha de la estrella, la estrella se verá arrastrada un poco a la derecha, y<br />

al revés si el planeta está a la izquierda. En consecuencia el curso de la estrella quedará<br />

alterado o perturbado y en lugar de ser una línea recta será una línea ondulada. Las

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