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Carl Sagan - Cosmos

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HEMOS LANZADO CUATRO NAVES A LAS ESTRELLAS, los Pioneers 1 0 y 1 1 y los<br />

Voyagers 1 y 2. Son vehículos atrasados y primitivos que, comparados con las inmensas<br />

distancias interestelares, se mueven con la lentitud de una persecución de pesadilla. Pero en<br />

el futuro lo haremos mejor. Nuestras naves irán más rápidas. Se habrán estudiado objetivos<br />

interestelares, y más tarde o más temprano nuestras naves espaciales tendrán tripulaciones<br />

humanas. En la galaxia Vía Láctea debe haber muchos planetas millones de años más<br />

viejos que la Tierra, y algunos miles de millones de años más viejos. ¿Es posible que no nos<br />

hayan visitado? En todos los miles de millones de años que han pasado desde el origen de<br />

nuestro planeta, ¿no hubo nunca una nave forastera procedente de una civilización distante<br />

que estudiara nuestro mundo desde arriba, y que se posara lentamente en la superficie para<br />

que lo observaran libélulas iridiscentes, reptiles apáticos, primates chillones u hombres<br />

asombrados? La idea es muy natural. Se le ha ocurrido a cualquiera que se haya planteado,<br />

aunque sólo sea de paso, la cuestión de la vida inteligente en el universo. ¿Pero ha sucedido<br />

esto realmente? El tema crítico es la cualidad de las pruebas aportadas, que hay que<br />

escrutar de modo riguroso y escéptico, no lo que suena plausible, no el testimonio sin<br />

pruebas de uno o dos autoproclamados testigos. De acuerdo con estas normas no hay<br />

casos seguros de visitas extraterrestres, a pesar de todas las afirmaciones sobre ovnis y<br />

sobre antiguos astronautas que a veces hacen pensar que nuestro planeta está inundado de<br />

huéspedes no invitados. Yo desearía que no fuera así. Hay algo irresistible en el<br />

descubrimiento de una simple muestra, quizás de una compleja inscripción, y mucho mejor si<br />

contiene la clave para comprender una civilización extraña y exótica. Es una atracción que<br />

los hombres ya hemos sentido en otras ocasiones.<br />

En 1801 un fisico llamado Joseph Fourier 1 era el prefecto de un departement de Francia<br />

llamado Isére. Mientras inspeccionaba las escuelas de su provincia, Fourier descubrió a un<br />

chico de once años cuya notable inteligencia y perspicacia con las lenguas orientales le<br />

había ganado ya la atención admirada de los estudiosos. Fourier le invitó a casa para charlar<br />

un rato. El chico quedó fascinado por la colección que Fourier poseía de objetos egipcios,<br />

reunidos durante la expedición napoleónica en la que él se había encargado de catalogar los<br />

monumentos astronómicos de aquella antigua civilización. Las inscripciones jeroglíficos

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