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-Por deshacerse de ese tipo. Lo ha hecho con mucha elegancia. Me ha dejado<br />
impresionada.<br />
-¿Eso? Bah. No ha sío ná, señora. Estaba haciendo mi trabajo, ná más.<br />
Ella sonrió fugazmente al oír su tonillo de paleto.<br />
-Si ése es el trabajo que quiere, puede quedárselo. Se le da mucho mejor que a<br />
mí.<br />
-Ya le dije que no soy malo en todo -dijo él hablando con voz normal-. Si me da<br />
una oportunidad, puede que incluso le resulte útil.<br />
Antes de que ella pudiera contestar a este último comentario, Maria se acercó<br />
corriendo. Lillian apartó los ojos de Sachs y dijo:<br />
-Hola, nena. Te has levantado muy temprano, ¿no?<br />
-No adivinarás nunca lo que hemos estado haciendo -dijo la niña-. No podrás<br />
creerlo cuando lo veas, mamá.<br />
-Bajaré dentro de unos minutos. Primero tengo que darme una ducha y vestirme.<br />
Acuérdate de que hoy vamos a casa de Billie y Dot y no debemos llegar tarde.<br />
Desapareció de nuevo y durante los treinta o cuarenta minutos que tardó en<br />
arreglarse, Sachs y Maria reanudaron su asalto al cuarto de estar. Rescataron cojines del<br />
suelo, tiraron periódicos y revistas empapadas en café, pasaron la aspiradora por la<br />
alfombra de lana para quitar la ceniza de los cigarrillos de los intersticios. Cuantas más<br />
zonas lograban despejar (dándose cada vez más espacio para moverse), más deprisa<br />
trabajaban, hasta que al final empezaron a parecer dos actores a cámara rápida de una<br />
película muda.<br />
Habría sido difícil que Lillian no notase la diferencia, pero cuando bajó<br />
reaccionó con menos entusiasmo del que Sachs esperaba.<br />
-Qué bien -dijo, deteniéndose brevemente en el umbral y asintiendo con la<br />
cabeza-, estupendo. Procuraré dormir hasta tarde más a menudo.<br />
Sonrió, hizo una pequeña exhibición de gratitud y luego, casi sin molestarse en<br />
mirar a su alrededor, se dirigió a la cocina para buscar algo que comer.<br />
Sachs se sintió mínimamente aliviado por el beso que ella plantó en la frente de<br />
su hija, pero después de que Lillian mandara a Maria al piso de arriba para cambiarse de<br />
ropa, él ya no supo qué hacer consigo mismo. Lillian apenas le prestó atención,<br />
moviéndose en la cocina dentro de su propio mundo privado, así que él no se apartó de<br />
su sitio en la puerta, permaneciendo allí en silencio mientras ella sacaba del congelador<br />
una bolsa de café auténtico (que a él se le había escapado) y ponía agua a hervir. Iba<br />
vestida con ropa informal -unos pantalones anchos oscuros, un jersey blanco de cuello<br />
vuelto y unos zapatos planos-, pero se había puesto lápiz de labios y sombra de ojos y<br />
había un inconfundible olor a perfume en el aire. Una vez más, Sachs no tenía ni idea de<br />
cómo interpretar lo que pasaba. Su comportamiento era incomprensible para él -unas<br />
veces amistosa, otras distante, unas veces alerta, otras distraída-, y cuanto más trataba<br />
de entenderlo, menos lo entendía.<br />
Finalmente le invitó a tomar una taza de café, pero incluso entonces apenas le<br />
habló, y continuó actuando como si no estuviese segura de si quería que él se quedara<br />
allí o desapareciera. Por falta de otra cosa que decir, Sachs empezó a hablar de los cinco<br />
mil dólares que había encontrado sobre la mesa esa mañana, abrió el armario y señaló<br />
dónde habla guardado el dinero. Esto no pareció impresionarla mucho.<br />
-Ah -dijo, asintiendo al ver el dinero, y luego volvió la cabeza y miró por la<br />
ventana al patio trasero mientras se bebía su café en silencio.<br />
Impertérrito, Sachs dejó su taza sobre la mesa y anunció que iba a darle el plazo<br />
de ese día. Sin esperar una respuesta, fue al coche y cogió el dinero de la bolsa. Cuando<br />
regresó a la cocina tres o cuatro minutos después ella seguía de pie en la misma postura,<br />
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